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Cuidado con la hélice

 

 

Ver funcionar una hélice debajo del agua nos enseña la peligrosidad de estas cuchillas giratorias.

Algunas organizaciones defienden la necesidad de legislar y obligar la instalación de guarda-hélices, al menos en determinadas circunstancias. Pero, ¿Qué es lo más razonable?

Estamos sentados en una semirrígida junto con otros 7 buzos, a punto de saltar en el azul de la costa de Cozumel, botella a la espalda y listos para descender a la Garganta del Diablo, una bellísima inmersión en la que se realiza un recorrido por

pasadizos a 30 metros de profundidad. Pero el peligro no proviene de las profundidades....

El día es perfecto, luminoso y con algo de viento que no deja quieta la neumática ni por un momento. Estoy sentado a popa de la banda de estribor. El patrón da la orden de tirarnos mientras el oleaje se refleja y rebota en la costa a solo unas  decenas de metros y se superpone a las olas que vienen de alta mar. Saltamos de espaldas y noto como una ola cruzada empieza a levantar la popa del barco mientras me zambullo con las gafas puestas y el regulador en la boca. Un sólo segundo después a menos de un metro de profundidad me horrorizo al comprobar cómo la cola del fueraborda insiste en ponerse justo sobre mis piernas, mientras el capitán da gas para zafarse de la situación en la que nos encontramos los buzos. ¡Menudo pedazo de peligroso inepto!

 

 

Muerto de miedo, suelto todo el aire de mis pulmones, extiendo la cabeza hacia abajo para dar un fortísimo aleteo y alejarme como sea de aquel demonio giratorio que deja tras de sí una bella estela de burbujas blancas sobre un fondo de color azul turquesa. ¡Ufff por los pelos! Salgo a superficie y le pongo “a caer de un burro” al insensato skipper que me pide mil perdones. No debía haber autorizado el salto o debía haber esperado al menos medio minuto en punto muerto hasta estar seguro que todos los buzos se encontraban alejados de la motora.

Situaciones parecidas acaban en tragedia, ya que sin aletas para reaccionar o gafas para controlar, la cosa se pone terriblemente peligrosa. Los patrones de recreo a veces se acercan a las boyas de buceo pensando que tiene algún atractivo, o simplemente atraviesan una zona reservada para los bañistas.

 

Los guarda-hélices

Los guarda-hélices están formados por un marco cilíndrico realizado casi siempre en plástico o aluminio fijado en la parte inferior de la cola del fueraborda, canalizando el agua propulsada por la hélice,  además de protegerla tanto en el lateral por dicho marco, como en su parte posterior, mediante una rejilla que intenta ser lo más hidrodinámica posible.

Así la cosa, los aficionados al buceo piden que las hélices vayan cubiertas con un dispositivo que las proteja. Los aficionados a la náutica se niegan pues son un estorbo que produce importantes pérdidas de rendimiento. Los bañistas exigen zonas protegidas por redes que a su vez son objeto de críticas por los cruceristas que casi no tienen zonas en las que desembarcar en la playa.

 

 

Se trata de un asunto de educación y sentido común. La instalación de guarda-hélices solo es posible en algunos motores de pequeña potencia y penaliza con un mayor gasto de combustible. Podrían tener sentido en embarcaciones que se dedican al buceo o en actividades de alquiler de arrastrables en las saturadas playas veraniegas.

Lo más importante es la formación y aplicación del sentido común. Es inadmisible que una neumática motorizada se paseé por una zona reservada para bañistas. Hay que sancionar fuertemente a quienes no guarden el espacio de respeto legislado alrededor de una boya de buceo.

 

 

Existen otras alternativas como la utilización de motores con turbinas que no conllevan ningún peligro al no existir una hélice libre y cortante fuera del barco, como así ocurre, por ejemplo, con las motos de agua o en los barcos de recreo que utilizan turbinas como sistema de propulsión. Es una solución muy real y adaptada a todo tipo de potencias.

 

También pueden instalarse en "Z" drives, como en la foto, para proteger en aguas de Florida a los mamíferos marinos Manaties, de los terribles de los que no se pueden defender.

 

 

En los motores fueraborda de pocos caballos, utilizados para las embarcaciones auxiliares que se acercan necesariamente hasta la misma playa, el montaje de un guarda-hélices no tendría una repercusión negativa en la navegación ya que la pérdida de rendimiento en un motor de pequeña potencia que sólo realiza pequeños trayectos no es muy significativa, además de conseguir con ello proteger la hélice de impactos contra el fondo mientras recorremos los huecos del litoral con nuestra auxiliar.

En los barcos de motor y yates no sólo es inviable el planteamiento de los guarda-hélices. En muchos de los siniestros con accidentes mortales y motoras de cierta eslora, lo que mata es el impacto contra la proa o una sección de la obra viva que se puede comportar como un machete al impactar con la cabeza de un bañista. Se trata por tanto de un asunto de seguridad en la mar cuyo mejor planteamiento es la divulgación de las normas, la aplicación del sentido común, y de educación y formación para que los patrones de embarcaciones sepan cómo actuar en situaciones que requieren atención extrema debido a la cercanía de personas en el agua.

 

 

 

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