Lezo en las Américas
            
            
            
            Es el Almirante 
            Blas de Lezo a quien debemos que actualmente más de 400 millones de aamericanos hablen en estos momentos el español y sea una de las primeras lenguas del 
            mundo.
            
             
            
            Blas llegó a ser 
            Comandante General de Cartagena de Indias (Colombia) y durante su 
            gobierno, en el año 1.739, los ingleses pretendieron invadir Cartagena de 
            Indias para robar el territorio, como ya hicieron en otras 
            tantas ocasiones por la fuerza y en cruentos combates en los que no 
            respetaban a las poblaciones civiles. La clave para dominar el 
            territorio sudamericano pasaba por conquistar la ciudad de Cartagena 
            en Colombia.
            
             
            
            
            
            
            En el año 1.741 
            desde Inglaterra, el 
            almirante Vernon dirige hacia Cartagena la mayor flota naval de la 
            historia, sólo superada por el desembarco 
            naval de Normandía durante la 2º guerra mundial.
            
            186 buques de 
            guerra con 23.600 combatientes británicos estaban a punto de invadir 
            Colombia. En la defensa de la ciudad de Cartagena estaba Blas de Lezo con sólo 6 barcos y 2.830 Españoles para 
            recibirlos. 
            
            
             
            
            Era tal la seguridad de los ingleses en ganar la 
            contienda, que llegaron a acuñar 
            monedas conmemorativas del éxito de la batalla, en donde aparece 
            Blas, arrodillado y humillado por Vernon. En estas monedas se puede 
            leer “La arrogancia española, humillada por el almirante Vernon” y 
            la imagen muestra a Blas con ambos brazos y piernas para dar la 
            impresión que los ingleses no habían vencido a un tullido.
            
             
            
            Pero el engreído y 
            flemático inglés no contaba con el talento, la valentía, y el arrojo del Comandante 
            Blas de Lezo. El inteligente estratega español, como ustedes 
            adivinarán, acabó cepillándose a los británicos por todos los costados.
            
            
            Los Buques de la Gran Bretaña bombardearon la ciudad durante 
            varios días a razón de 62 cañonazos por hora, día y noche. En 
            respuesta, Lezo fabricaba balas encadenadas las unas a las otras, y 
            que al salir contra las arboladuras inglesas conseguían destrozar 
            los aparejos de sus barcos, mientras tanto fortificaba las murallas 
            con sacos de arena que tapaban los boquetes ocasionados por el 
            cañoneo anglosajón. La tierra de los sacos absorbía las esquirlas de 
            piedra y minimizaban los daños del tiroteo enemigo. Pero debido a la 
            enorme fuerza de asalto inglesa, las primeras 
            líneas de defensa cayeron tras numerosas bajas británicas que 
            alcanzaron con mucho esfuerzo el castillo de San Felipe de Baraja.
            
             
            
            El imprevisible 
            Blas de Lezo, mandó a un par de supuestos desertores españoles 
            hacia el bando inglés, que al mejor estilo de contraespionaje y 
            desinformación, hicieron creer al enemigo que la parte más 
            vulnerable del castillo era justamente su parte más empinada.
            
             
            
            Vernon se la tragó 
            doblada y decidió intentar el ataque por esa zona donde los 
            españoles habían escavado con urgencia y aumentado la profundidad del foso, de tal 
            forma, que todas las escalas de los ingleses 
            quedaban cortas sin alcanzar la cumbre por solo un par de metros, mientras los
            españoles repartían candela a diestro y siniestro contra los 
            británicos.
            
             
            
            Las bajas y el 
            desgaste de los ingleses fue enorme bajo el fuego defensor, y en el 
            momento en el que la debilidad del atacante era más patente, Blas 
            sacó de la manga un batallón fresco de 300 combatientes que se 
            cebaron contra el enemigo. Los ingleses huyeron despavoridos a sus naves mientras con ello Lezo ganaba un tiempo precioso, 
            pues sabía que si lograba proteger la ciudad unos dos meses, el 
            calor sofocante, la humedad y el paludismo acabarían con el resto de 
            las tropas inglesas, poco acostumbradas a los climas tropicales y mal 
            inmunizadas contra la fiebre amarilla típica de esas latitudes.
            
            
            
            Vernon ni siquiera 
            enterraba a sus compatriotas muertos por las tropas
            españolas lo que aceleró el proceso de contagio a la par que 
            las tropas inglesas caían en el desánimo mientras se derrumbaban 
            paulatinamente. El 20 de Mayo de 1741, 8 semanas después de su llegada, 
            Vernon se retira con una armada destrozada y hombres moribundos. Antes de morir, el 
            Almirante Vernon le dijo a su Rey Jorge II de Inglaterra, que para 
            conquistar Cartagena sería necesario esperar a que muriera Blas de Lezo y construir 
            una escuadra aún mayor, porque lo que quedaba de la suya solo valía 
            para transportar carbón desde Irlanda a Londres.
            
             
                
                
            
            En Inglaterra el 
            rey Jorge II prohibió a los historiadores británicos hablar y escribir 
            sobre esta 
            humillante derrota bajo pena de muerte. Poco después muere Blas de Lezo en Cartagena de Indias victima de la peste y sin recibir ningún 
            honor, por culpa de los enfrentamientos políticos contra el virrey de 
            Cartagena, Sebastián de Eslava.
            
             
            
            Lo sorprendente es 
            que en el mausoleo de Wesmister en donde 
            reposan los restos de Vermon, al inglés se le reconozca como un 
            vencedor que conquistó Cartagena de Indias, mientras que en España, ni 
            los libros escolares hablen del increíble Blas de Lezo. Cuando en 2005 los 
            británicos celebraron el 200 aniversario de la victoria de Trafalgar 
            e invitaron a todas las armadas del mundo, España envió un 
            portaviones y la fragata “Blas de Lezo”… ¿Lo entenderían los 
            británicos?
             
            
            El soberbio Virrey Eslava
            
            
            
             
            
            Por pura envidia, 
            Eslava 
            despreció la enorme gesta de Blas de Lezo, y todo porque el muy 
            necio pretendía defender Cartagena de Indias por el sitio 
            equivocado a lo que Blas de Lezo, gran militar y estratega, conocedor 
            del terreno como nadie, se negaba.
            
             
            
            Lezo sabía que la fuerza de 
            Vernon eran sus buques, no sus infantes, y por tanto que atacaría 
            por un lugar muy distinto al que pensaba el orgulloso virrey. Los hechos 
            dieron la razón a Blas de Lezo, y hubo que rectificar sobre la 
            marcha, algo que el soberbio Eslava jamás perdonó.
            
             
            
            Pero más vergonzoso es 
            aún la falta de reconocimiento del Rey Felipe V de Borbón hacia Blas 
            de Lezo, que a pesar de haber salvado el imperio prefirió condenarlo en el olvido 
            mientras 
            glorificaba a Eslava, concediéndolo el título de Marqués de la Real 
            Defensa de Cartagena de Indias…  Increíble pero cierto...
            
             
            
            ¡Así se escribe la 
            historia! Y es que ya lo dice un dicho de la época  
            “…La ingratitud es privilegio de reyes, pero los Borbones exageran...”.
            
             
             
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            Ernest Henry Shackleton; 
            "Historia del Endurance"