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2015

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Barcos de leyenda

 

 

11 barcos para transportarnos por 30 siglos de historia de la realidad y de la ficción. Desde la mítica nave de los argonautas al desastre del Costa Concordia; desde Lepanto y las batallas navales hasta barcos de ficción como el Pequod de Moby Dick o el Nautilus de Julio Verne; desde la literaria Isla del Tesoro hasta las tragedias navales del Titanic y del Bismarck.

El museo naval de Madrid ofrece desde el 15 de Abril al 15 de Julio una exposición singular que pretende acercar al público la historia del mar, los marinos y la navegación a través de once barcos emblemáticos con sus anécdotas, instrumentos náuticos, piezas arqueológicas, maquetas de barcos, cuadros famosos, y objetos de la vida a bordo. 11 buques

excepcionales que han jugado un papel fundamental en la relación del hombre con el mar y del mar con la Historia, y son lugares comunes en nuestra memoria marítima. Cada uno de ellos, tomado como símbolo de una época, protagoniza en la exposición un módulo independiente donde se exponen, desarrollan y analizan distintos aspectos de su contexto histórico y social, su construcción, los hombres que los tripulaban y su relación con el mar y su tiempo.

El escenario del Museo Naval de Madrid es el marco más adecuado para esta muestra. Los neófitos tendrán ocasión de descubrir historias y hechos apasionantes que cambiaron el mundo tal y como lo conocemos; los veteranos se reencontrarán con viejos amigos como Elcano, Churruca, Jasón, Cervantes, el capitán Ahab o John el Largo. Barcos, hombres y hazañas que han dejado una profunda huella generación tras generación, configurando nuestra visión sobre el Mar y la Historia Naval, modelando el mundo tal y como lo conocemos.

 

1.- LA NAVE ARGO

La nave Argo es la embarcación más antigua y famosa de todo el imaginario griego que, según clásicos como Catulo, Ovidio o Eratóstenes, protagonizó hace más de 3.000 años el viaje épico de Jasón y los argonautas en busca del vellocino de oro, custodiado por el dragón que nunca duerme.

Según la tradición, la Argo fue construida por el carpintero Argos en Tesalia con la ayuda de la diosa Atenea. Aunque posiblemente se tratara de un tipo de barco más antiguo, en los textos clásicos se describe como una pentecóntera, cuyo nombre procede de los 50 remos que servían, junto con una vela cuadra de palo abatible, para propulsar la nave. Los remos se distribuían en una fila única, 25 por banda, cada uno manejado por un remero. Este tipo de embarcación se utilizaba tanto para fines comerciales como bélicos. Tenía 30 metros de eslora y 4 de manga; de fondo plano y de escasa altura.

Embarcaciones griegas y etruscas de los tiempos heroicos

La leyenda de los argonautas se sitúa en la Edad del Bronce. Su versión más completa es la de Apolonio de Rodas, autor griego del siglo 111 a.C. Tripulada por Jasón y medio centenar de compañeros reclutados entre los más distinguidos de toda Grecia, la Argo habría realizado un arriesgado viaje desde Tesalia hasta la Cólquide.

 

Reconstrucción de la ruta seguida en la navegación de la Argo

Las exploraciones y viajes marítimos de la Antigüedad se mueven entre la leyenda y la realidad histórica, aunque suelen basarse en remotos hechos auténticos. 

Hasta nuestros días han llegado noticias del Periplo de Hannon, realizado por los cartagineses más allá del estrecho de Gibraltar, la circunnavegación fenicia de África mencionada por Heródoto (VII a.C.), el Periplo Massaliota (VI a.C.) que describe las rutas comerciales de la Europa atlántica, el Periplo de Nearco y el Océano de Piteas (IV a.C.), y otros relatos de incalculable valor para el conocimiento del mar y la historia de la navegación.

 

2. LA NAO VICTORIA: POR MARES NUNCA NAVEGADOS

El 6 de septiembre de 1522, 18 hombres hambrientos, enfermos y exhaustos desembarcaron en Sanlúcar de Barrameda. Su nave, la Victoria, de 85 toneles de porte y 26 metros de eslora, había dado por primera vez la vuelta al mundo. 

Como parte de una expedición formada por otras cuatro naves, había zarpado del Guadalquivir tres años antes con una dotación de 237 hombres al mando del portugués Hernando de Magallanes, con el fin de encontrar un paso que uniera Europa y las Indias por el Oeste.

Derrota de la Victoria

Las naves zarparon el 10 de agosto de 1519. A principios de diciembre avistaron la costa de Brasil. La expedición continuó hacia el Sur buscando un paso al Pacífico, lo que se logró al descubrirse el que hoy conocemos como Estrecho de Magallanes. Tres de las naves consiguieron llegar al otro océano. Así alcanzaron el archipiélago de las Marianas y continuaron por las Filipinas. Para entonces, Magallanes había muerto en un enfrentamiento con los nativos y sólo quedaba la nao Victoria, al mando del segundo de Magallanes, el vasco Juan Sebastián Elcano. La nave regresó a España rodeando África en condiciones de extrema penuria. Sólo 18 hombres de los 237 iniciales iban a bordo.

La caída de Constantinopla en manos otomanas en 1459 había puesto en peligro las rutas comerciales con las Indias Orientales. Buscando alternativas, a finales del siglo XV se desarrolló una carrera por las especias y otras mercancías valiosas que llevaría a España y Portugal a lanzarse a la aventura oceánica.

 

Alba de América

Las hazañas que realizaron los marinos españoles de esa época mejoraron el conocimiento del mundo. Se descubrieron nuevas tierras, culturas, riquezas, especies vegetales y animales. Grandes hombres como Colón, Juan de la Cosa, Yáñez Pinzón o Núñez de Balboa precedieron a Magallanes y Elcano en sus exploraciones; y otros, como López de Villalobos, Ponce de León o Andrés de Urdaneta continuaron con audaces descubrimientos, exploraciones y la creación de nuevas rutas. Todo eso cambió la concepción del mundo conocido y contribuyó a la creación de un imperio ultramarino español que mantendría su hegemonía mundial durante varios siglos.

 

3. LA GALERA MARQUESA: DE LEPANTO A EL QUIJOTE

 

El 7 de octubre de 1571, la galera Marquesa combatió en la batalla de Lepanto. A bordo de esta nave peleó un joven soldado de infantería llamado Miguel de Cervantes, cuyo nombre quedaría más tarde inmortalizado como autor de El Quijote.

 

Combate de Lepanto. Cervantes peleando en la Marquesa

Lo hizo en uno de los lugares de mayor peligro, y allí recibió dos heridas de arcabuz en el pecho y una en la mano izquierda que lo dejaría manco de por vida. Y hasta su muerte, por encima de toda su obra literaria y del libro que le daría fama imperecedera, Cervantes recordaría siempre con orgullo aquel combate y aquella herida, recibidas a bordo de la Marquesa, "en la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros".

La batalla de Lepanto, librada entre la escuadra turca y una coalición europea, la Santa Liga, liderada por España, marcó un punto de inflexión en la historia del Mediterráneo. Y fue la galera su principal protagonista. Con un sistema de propulsión a remo combinado con velas latinas, era una nave larga y estrecha, rápida y ligera. Arbolada con uno, dos o tres palos, la galera dominó el Mediterráneo hasta el siglo XVIII y fue durante mucho tiempo buque de guerra por excelencia, aunque también tuvo uso mercante. Tenía una sola cubierta y cada uno de sus enormes remos era manejado por cuatro o cinco galeotes, por lo general esclavos o prisioneros que cumplían condena, encadenados en condiciones terribles. Iba armada con un espolón y cañones en la proa, con pedreros en las bandas, y tras la embestida entre embarcaciones se peleaba con arcabucería o saetas antes de resolverse el combate al abordaje.

 

Revelación de San Pío V de la victoria de la Santa Liga en Lepanto

No se ha conservado el modelo de la Marquesa, pero sí el de la capitana de Lepanto, la galera Real, en la que don Juan de Austria dirigió el combate. Aunque de mayores dimensiones que aquella en la que luchó Cervantes, la Real tiene características semejantes. Medía 60 m. de eslora, incluido el espolón, y 6,20 m. de manga. Treinta remos de 11,5 m. de longitud la impulsaban a cada banda.

Los Libros Generales de la Escuadra de Galeras de España, de los que se conservan 25, forman la importante colección de libros de galeras del Archivo Naval de Cartagena. Contienen valiosos listados de la dotación de estas embarcaciones, incluyendo forzados, esclavos y gente de cabo y guerra. Abarcan desde 1624 a 1748, fecha en que fue disuelto el Cuerpo General de Galeras. Algunas de estas embarcaciones, sin embargo, siguieron navegando con la Real Armada hasta los primeros años del siglo XIX, combatiendo la piratería berberisca.

 

4. LA HISPANIOLA: PIRATAS, ABORDAJES Y TESOROS

La Hispaniola es el buque insignia de cuantos han surcado los mares de la literatura bajo bandera negra. Con su proa rumbo al Mar Caribe, sobre su cubierta se desarrolla la aventura por excelencia en lo que a piratas de ficción se refiere: La Isla del Tesoro, escrita por Robert Louis Stevenson.

La novela establece por primera vez muchos de los actuales tópicos sobre filibusteros y ladrones del mar; sin embargo, aunque abunda en pormenores marineros, no describe la Hispaniola en detalle. Es probable que fuera una goleta de tres palos y velas de cruz en el trinquete. En cualquier caso, una nave ligera y rápida, a bordo de la que el joven Jim, Long John Silver y sus compañeros de aventuras navegaron hasta una isla misteriosa en busca del tesoro del Capitán Flint.

 

Modelo de goleta sencilla de dos palos o pailebote

Aunque la literatura y el cine han consagrado a los corsarios y piratas de aguas del Caribe, todos los mares han sido testigos de la presencia de estos individuos sin ley, pues la piratería es tan antigua como la navegación. Julio César fue capturado por los piratas cilicios que, según Plutarco, "infestaban el mar con grandes escuadras" en el siglo I a.C. El fenómeno de la piratería continuó a lo largo de la Edad Media: los vándalos eran temidos por sus razias; los narentinos eran conocidos por su vocación pirata; genoveses y venecianos temían a los sarracenos; los drakkars vikingos llegaron hasta la Península Ibérica, y la expansión del Islam impulsó a los piratas berberiscos que actuaron en el Mediterráneo Occidental desde la época de las cruzadas.

El descubrimiento de América por España supuso un punto de inflexión en la historia de la piratería. Los reyes de Inglaterra no tuvieron reparos en alentarla, elevando a sus corsarios (piratas que navegaban con permiso del rey) a la categoría de héroes nacionales. Tal fue el caso de los Hawkins, Francis Drake o Walter Raleigh. También Holanda y Francia participaron de esta actividad, con marinos como Jean David Nau, el Olonés, o Jean Fleury.

En el XIX, debido a tratados internacionales, la piratería desapareció casi por completo de América para trasladarse a China, Malasia o Indonesia.

En la actualidad, la preocupación de la comunidad internacional se dirige hacia el Océano Índico. En esta zona confluyen factores que elevan la preocupación de todos los países. Fue a comienzos de 2008 cuando se adoptaron una serie de medidas para asegurar la navegación en el Cuerno de África. El 10 de noviembre de ese mismo año, el Consejo de la Unión Europea aprobó la Acción Común 851 que daba luz verde a varias iniciativas, como la Operación Atalanta, dirigida a la lucha contra la piratería, la disuasión y prevención de actos delictivos y a la supervisión de la pesca en la zona.

Como otras, la Armada Española mantiene en la zona la misión de control y vigilancia naval con el despliegue de un operativo con participación de diferentes tipos de buques.

 

5. EL SAN JUAN NEPOMUCENO: HOMBRES DE HIERRO EN BARCOS DE MADERA

El navío de 74 cañones San Juan Nepomuceno inmortalizó su nombre en el combate naval de Trafalgar. Había sido botado en 1766. De arboladura clásica, su dotación era de 530 hombres y estaba artillado con 28 cañones de a 26 libras, 30 de a 18 y 16 de a 8. Participó además en la toma de Pensacola, la guerra contra la Francia revolucionaria y las guerras contra Inglaterra.

En Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, integrado en la escuadra hispano-francesa, el veterano navío se batió bajo el mando del brigadier Cosme Damián Churruca, primero contra dos, luego contra cuatro y finalmente contra seis barcos ingleses. Muertos Churruca y el segundo comandante, el navío tuvo que rendirse cuando estaba desarbolado de vergas y masteleros, con 100 muertos y 200 heridos a bordo incluidos todos sus oficiales. La nave fue vendida y desguazada en 1818.

 

 Vistas de las posiciones del combate de Trafalgar

En Trafalgar se enfrentaron 27 navíos ingleses contra una flota hispano-francesa de 33 embarcaciones, de los que 15 eran españoles. Aunque el almirante Nelson murió en la batalla, la victoria de su armada aseguró la hegemonía marítima británica y privó al poder naval español de sus mejores marinos y barcos. El control de las posesiones ultramarinas se vio gravemente perturbado, facilitándose así la independencia de las nuevas repúblicas hispanoamericanas.

 

 Combate de Trafalgar

El combate de Trafalgar figura, por su violencia y dimensiones, a la cabeza de las más importantes batallas navales de la Historia. El mar ha sido siempre lugar natural de comercio, poder e influencia, y el enfrentamiento de grandes flotas es una constante en el devenir de la Humanidad. Enfrentamientos navales como los de Salamina, Actium, Lepanto, Tolón, San Vicente, Abukir, Tsushima, Santiago de Cuba, Jutlandia, Midway o Malvinas resultaron, en su momento, decisivos para las naciones protagonistas, decidiéndose en ellos, a menudo, el futuro de los pueblos.

La figura de Cosme Damián Churruca (Motrico, 1761 - Trafalgar, 1805) define a una estirpe de marinos españoles del siglo XVIII, educados en el Colegio de Guardiamarinas de Cádiz, cuya capacidad profesional y científica superó las simples funciones navales. Formados en los modernos principios newtonianos asumidos por el marino e investigador Jorge Juan, esos oficiales de la Real Armada exploraron y cartografiaron el mundo, y escribieron notables tratados sobre táctica, maniobra, astronomía y navegación que obtuvieron incluso el respeto de sus enemigos. El desastre de Trafalgar y la Guerra de la Independencia contra las tropas napoleónicas frustrarían trágicamente ese prometedor futuro.

Churruca había ingresado a los quince años en la Compañía de Guardiamarinas de Cádiz y se trasladó un año después a la de El Ferrol. Intervino en el asedio naval a Gibraltar en 1782. Participó en la expedición al Estrecho de Magallanes en 1788. Fue agregado al Observatorio de Marina de Cádiz en 1789. Dirigió con sólo 30 años la Expedición Hidrográfica del Atlas de la América Septentrional y publicó las Cartas Esféricas de las Antillas en 1802. Revisó también el Diccionario de Marina de Escaño.

 

6. LA BOUNTY: REBELIÓN A BORDO

El 28 de abril de 1788, diecinueve hombres eran abandonados a su suerte en mitad del Océano Pacífico tras la más famosa rebelión de la historia del mar. Este relato sería contado una y otra vez hasta nuestros días, convertido en poemas, novelas y películas: el motín de la Bounty.

 

 Diario del capitán William Bligh, ejemplar impreso en 1790

La HMS Bounty era un buque mercante de tres palos y 215 toneladas adquirido por la Marina Real británica. Su eslora era de 28 metros y su manga de 7,5 metros. La entrecubierta estaba acondicionada para transportar desde Tahití retoños del árbol del pan, que Inglaterra pretendía cultivar como alimento para sus esclavos de las colonias.

La tripulación, bajo el mando del teniente de navío William Bligh, era de 44 hombres. La dura disciplina a bordo y la enemistad entre el capitán y el primer oficial, Christian Fletcher, dieron lugar a que la tripulación se amotinase. Bligh y quince leales fueron abandonados en el bote. Su supervivencia en la inmensidad del océano resultaba casi imposible, pero el capitán Bligh demostró ser un extraordinario marino, y sus hombres realizaron la hazaña de navegar 4.000 millas, avistando Timor el 12 de junio de 1788.

 

Derrotas del viaje de la Bounty y del comandante Bligh

La Marina Real fue implacable con los fugitivos, que en su mayor parte fueron localizados y ejecutados. Del resto no se supo nada hasta que en 1957 fueron hallados en la isla de Pitcairn los restos de la Bounty, y reconocidos los descendientes de los amotinados y de mujeres tahitianas.

La historia del famoso motín ha fascinado a generaciones enteras. Aparte del relato del propio capitán Bligh, la versión literaria más conocida es la trilogía de la Bounty, de Nordhoff y Hall, que entre 1916 y 1984 inspiró cinco películas. En 1962 se construyó una réplica del buque, perdida durante un temporal. La Bounty tendría un homenaje más allá de las estrellas como una de las naves de la serie futurista “Star Trek”.

La de la Bounty no fue la única rebelión a bordo. Hubo episodios famosos como los del Batavia (1628), el ballenero Globe (1824), el acorazado ruso Potemkin (1905) o el buque soviético Storozhevoy (1975).

Tampoco España fue ajena a motines: en 1805, Churruca se enfrentó a uno de ellos a bordo del San Juan Nepomuceno, que resolvería con eficacia y humanidad (dos meses después, esos amotinados se batirían con extremo valor en Trafalgar). Otros motines españoles fueron el del navío Asia (1825) y el del acorazado Jaime I (1936).

 

El navío Asia (a) San Gerónimo 1824

La expedición de la Bounty se enmarca en la participación de las marinas nacionales en las exploraciones e investigaciones del siglo XVIII. Éste fue un siglo de oro para la marina científica española, cuyo corazón estaba en el Real Observatorio de Cádiz, reconocida escuela de marinos ilustrados.

Como potencia mundial con territorios en América y el Pacífico, España organizó y financió numerosos viajes con importantes resultados en cartografía y botánica. Destaca la gran expedición de Alejandro Malaspina a América y Oceanía, que entre 1789 y 1794 trazó derroteros y cartografió los perfiles de las costas. También realizó estudios de historia natural que abarcaban desde fauna y flora hasta estudios geológicos y etnográficos.

 

7. EL PEQUOD: BALLENAS Y BALLENEROS

El barco ballenero más famoso de la historia pertenece a la ficción. El Pequod, su capitán Ahab y la Ballena Blanca son los principales protagonistas de la novela Moby Dick, escrita en 1851 por el norteamericano Herman Melville.

El Pequod es un clásico ballenero de Nantucket, de tres palos y gran capacidad de carga en sus bodegas, destinadas a almacenar barriles de aceite de ballena. Estaba dotado de todos los elementos necesarios para esa clase de operaciones: aparejos para izar a bordo los trozos de ballena, caldera para extraer el aceite y lanchas balleneras para perseguir y arponear cetáceos. Lo que hace singular al Pequod es su decoración con piezas procedentes de huesos de los animales que captura, así como la pata de mandíbula de cachalote que el capitán Ahab lleva en sustitución de la pierna que en una cacería anterior le arrancó la Ballena Blanca.

 

Modelo de ballenero americano, Charles W. Morgan (1841)

Por la información que proporciona el narrador, se sabe que el Pequod es un barco veterano, de casco oscuro y calafateado, que en un viaje anterior perdió los palos durante un temporal. En uno de ellos, montados nuevos para el siguiente viaje, clavará el capitán Ahab la onza de oro que promete como recompensa al primero de sus tripulantes que aviste a Moby Dick, a cuya persecución ha dedicado su vida. La obsesión de Ahab por vengarse de la Ballena Blanca llevará al ballenero y a sus tripulantes al desastre.

La descripción de la vida a bordo del Pequod, los barcos con los que se cruza en su trágico viaje y los minuciosos detalles marineros que figuran en la novela la convirtieron, desde su aparición, en uno de los más importantes clásicos sobre la vida en el mar. Su autor, Herman Melville, trasladó al libro sus experiencias como marinero a bordo del ballenero Acushnet en la década de 1840. Considerada una de las más importantes novelas de todos los tiempos, Moby Dick fue traducida a todas las lenguas, y de ella se han hecho seis películas, tres series de televisión y tres obras musicales.

 

Escena de caza de la ballena en barba de ballena

 

 

 

Consideración pasada y actual de la caza de ballenas.-

La consideración social sobre la caza de ballenas ha cambiado mucho desde los tiempos en que se publicó Moby Dick. Si antes se observaba a estos animales como fuente de riqueza económica, las nuevas generaciones ya no ven a la Ballena Blanca como encarnación del Mal, a la manera de Melville, sino como animal perseguido por la avaricia y el egoísmo de los hombres. En este sentido, a partir de los años 60 del siglo XX, comenzó a surgir un cambio de mentalidad. Asociaciones y ONG denunciaron actividades que han provocado la casi extinción de un gran número de especies. Grupos ecologistas como WWF, Greenpeace o el más radical Sea Shepherd llevan a cabo acciones espectaculares, provocando hundimientos o averías en una decena de balleneros.

En España es obligado recordar la actividad del Instituto Español de Oceanografía. Entre sus cometidos figura el desarrollo de proyectos para la protección de los océanos y el desarrollo sostenible de los recursos.

 

8. LA FRAGATA NUMANCIA: EL FIN DE UN IMPERIO

La Numancia fue uno de los barcos más modernos de su época, y también de los más importantes en la historia de la Armada Española.

Botada en 1.863, era una fragata acorazada de 7.402 toneladas, eslora de 96,8 m. y manga de 17,3 m. Impulsada por una máquina de 1.000 CV que le daba una velocidad de 12 nudos, su tripulación era de 590 hombres. Sobre un casco de madera llevaba protección de acero, e iba dotada de una artillería moderna para su tiempo (34 cañones de 200 mm.), que utilizó durante su viaje inaugural, cuando en 1864 fue asignada a la escuadra del Pacífico para combatir la independencia de las nuevas naciones hispanoamericanas.

Bajo el mando del capitán de navío Casto Méndez Núñez, la Numancia participó en la campaña contra Chile y Perú, interviniendo en las acciones navales de Valparaíso y El Callao. Después regresó a la península por Filipinas y el cabo de Buena Esperanza, siendo el primer buque acorazado que dio la vuelta al mundo. La circunnavegación de la Numancia duró 2 años y 7 meses. Tras ser insignia de la flota insurrecta durante la guerra cantonal de la I República, fue convertida en guardacostas. Dada de baja y remolcada rumbo al desguace, naufragó el 17 de diciembre de 1916.

 

Ruta de la vuelta al mundo realizada por la fragata Numancia (1865 – 1867)

Su acción más destacada tuvo lugar en mayo de 1866 durante el combate de El Callao, cuando durante seis horas bombardeó las baterías y fuertes costeros del puerto peruano. En esta acción naval recibió 51 impactos de artillería, resultando herido su comandante.

 

 

Casto Méndez Núñez cae herido en el puente de la fragata Numancia durante el bombardeo de El Callao

La acción de la Numancia en la guerra del Pacífico puede considerarse el precedente de la guerra con los Estados Unidos, que tres décadas más tarde llevaría a España a los desastres navales del 98. Menos de un siglo después de Trafalgar, el poder naval español se vería de nuevo aniquilado en los combates de Cavite y Santiago de Cuba.

 

       Combate de Cavite                                Combate de Santiago de Cuba

 

9. EL NAUTILUS: AVENTURA Y GUERRA BAJO EL MAR

El Nautilus es el submarino más famoso en la historia del mar y la literatura. Fruto de la imaginación de Julio Verne (1828-1905), este ingenio entonces futurista, equipado con la más moderna tecnología y una biblioteca extraordinaria, es refugio y arma del capitán Nemo: sabio atormentado que, desengañado de la raza humana, dedica su vida a la ciencia y la venganza. El Nautilus aparece por primera vez en 20.000 leguas de viaje submarino, y el lector vuelve a encontrarlo en La isla misteriosa.

El submarino ideado por Julio Verne era de forma ahusada y contaba con un espolón con el que atacaba a los barcos. Estaba propulsado por electricidad producida por baterías de sodio (tomado del mar) y mercurio, y desarrollaba 50 nudos. Su estructura era de dos cascos separados por compartimentos de lastre y desplazaba 1.356 toneladas. Para su navegación contaba con una torreta de gobierno protegida por gruesos vidrios y un reflector que iluminaba las profundidades. Podía sumergirse a más de 15 km. de profundidad.

En España, el origen de los submarinos se debe a los inventores Narciso Monturiol (1859) e Isaac Peral (1888), aunque ninguno de los dos obtuvo en su época el reconocimiento que merecía. Isaac Peral, con el submarino que hoy se exhibe en el museo naval de Cartagena, hizo realidad el sueño literario de Julio Verne, consiguiendo un submarino de propulsión completamente eléctrica.

Modelo del Ictíneo, de Narciso Monturiol


Modelo del submarino Peral

Tras la Segunda Guerra Mundial, el submarino experimentó notables progresos técnicos. La electricidad combinada con motores diésel fue superada por la energía atómica, y los sumergibles fueron dotados de armas nucleares. De forma paralela a su uso militar, se produjo un desarrollo civil de submarinos tripulados o de control remoto para exploraciones y rescates en misiones oceanográficas o arqueológicas.

Igual que el fantástico submarino del capitán Nemo, la mayoría de los adelantos técnicos que Julio Verne anunciaba en sus obras (helicóptero, velas solares, naves espaciales, internet) son hoy una realidad. Frecuentes reediciones de sus obras y más de cien películas y series de televisión mantienen vivo el recuerdo del hombre que creó el Nautilus.

 

10. EL TITANIC. ABANDONEN EL BARCO

El 15 de abril de 1912, dos años antes del estallido de la Primera Guerra Mundial, un titular inconcebible presidía la primera página de los periódicos de Gran Bretaña. El Titanic, el barco más grande y más seguro de su época, se había hundido en su viaje inaugural tras colisionar con un iceberg en el Océano Ártico. Menos de 700 de sus 2.200 tripulantes y pasajeros se salvaron. Aquella tragedia conmocionó a sus contemporáneos hasta el punto de que perdura en nuestros días. Es el naufragio más famoso de la Historia.

Foto del Titanic (Cortesía de Fundación Titanic)

Construido en Belfast, el RMS Titanic era propiedad de la naviera Withe Star Line. Con una eslora de 269,2 m., manga de 28,2 m. y calado de 10m., era tan alto desde la quilla al extremo de sus cuatro chimeneas como un edificio de veinte pisos. Lo impulsaban dos motores de vapor que sumaban 50.000 CV. de potencia. Su sistema de compartimentos estancos le valió entre la prensa el desafortunado sobrenombre de el barco “insumergible”.

La excesiva velocidad del buque, la aparición del iceberg y una cadena de desafortunadas circunstancias agravaron la tragedia. Había 2.200 pasajeros a bordo y botes salvavidas sólo para 1.178 de ellos. Cuando el primer buque de socorro llegó al lugar del naufragio, 1.500 personas habían sucumbido en las frías aguas del Ártico. Tres de cada cuatro pasajeros de tercera clase perdieron la vida en el naufragio, pues no se les permitió alcanzar las cubiertas principales hasta última hora.

Hubo casos de cobardía y de heroísmo a bordo. Muchos hombres y mujeres demostraron gran valor y serenidad, y numerosos miembros de la tripulación cumplieron su deber hasta el final.

Aunque el Titanic es el más conocido, otros muchos trasatlánticos se han hundido a lo largo de la Historia. El SS Andrea Doria pasó a la Historia como un modelo de comportamiento de evacuación. La noche del 25 de julio de 1956, cuando navegaba por un banco de niebla a unas 60 millas de Islandia, fue abordado por la proa del Stockholm. De los 1.706 pasajeros que transportaba desde Génova a Nueva York, sólo fallecieron unas 40 personas. El capitán permaneció a bordo y trató de hundirse con el barco, hecho que finalmente impidieron sus oficiales.

Comportamientos opuestos fueron los protagonizados por José Piccone, capitán del Sirio, uno de los primeros en abandonar la nave cuando se hundía en 1906. El más reciente, el de Francesco Schettino, capitán del Costa Concordia, crucero hundido en 2012.

 

11. EL BISMARCK: DUELOS EN EL MAR

El acorazado alemán Bismarck es el buque más conocido de la Segunda Guerra Mundial. Botado en febrero de 1939, se hundió en mayo de 1941. Su corta historia ocupó las portadas de todos los diarios del mundo y ha sido llevada al cine y la televisión.

El Bismarck era el buque insignia de la flota alemana, la Kriegsmarine. Desplazaba 51.760 toneladas, tenía una eslora de 251 m. y una manga de 36 m., desarrollaba 30 nudos de velocidad. Iba artillado con 8 cañones que disparaban proyectiles de 880 kg. y 62 piezas de otros calibres. Desde su entrada en la marina estuvo bajo el mando del capitán de navío Ernst Lindemann. La tripulación se componía de 103 oficiales y 1.962 suboficiales y marineros, aunque en el momento del combate final, la dotación era de 2.200 hombres.

 

Modelo del acorazado Bismarck

La actuación del acorazado fue breve pero intensa. En un primer enfrentamiento con la flota británica hizo volar al acorazado Hood. Posteriormente, alcanzado y averiado por torpederos, luchó contra destructores que fueron relevados por acorazados y cruceros. A pesar de los 400 impactos artilleros recibidos, el Bismarck combatió hasta que, arrasado, fue hundido por su tripulación. De los 2.200 tripulantes, únicamente sobrevivieron 114.

La epopeya del legendario acorazado alcanzó mayor relevancia a partir de 1959, con la publicación de Los últimos nueve días del Bismarck, escrito por C.S.Forester, y adaptado al cine en la película “Hundid el Bismarck”. El Bismarck no fue el único protagonista de combates en el mar durante la Segunda Guerra Mundial. Antes de él, también el acorazado alemán Graf Spee había luchado con tres cruceros británicos en aguas del Atlántico Sur, tras lo cual fue hundido por su tripulación en el Río de la Plata.

En la Historia de España también se encuentran abundantes duelos navales. El más notable es el del Glorioso, navío que en 1747 se batió en solitario con tres formaciones británicas que sumaron un total de 12 barcos enemigos, hizo volar a uno y sólo arrió bandera cuando estaba a punto de hundirse con 33 muertos y 130 heridos a bordo.

 

 

Combate del navío Glorioso contra el navío británico Darmouth

El balance durante la Guerra Civil inscribió ejemplos notables de duelos navales. El crucero Baleares se hundió tras un enfrentamiento con la flota republicana en marzo de 1938, falleciendo 786 tripulantes.

 

Memorable fue también el combate mantenido en 1937 frente al cabo de Machichaco por el pequeño bou armado republicano Nabarra, de la marina auxiliar vasca, que, pese a su inferioridad se batió hasta el fin con el crucero Canarias, muriendo 29 de sus 49 tripulantes.

 

Visita de la exposición en el Museo Naval

Módulo 1. La nave Argo. La nave pentecóntera surcaba los mares hacia el siglo VII a. C. Se expone un modelo que data de 1987. Está realizado en madera, tejido y cuerda. Presenta una eslora de 170 cm. y su manga es de 55 cm. Pertenece al Museo Storico Navale di Venezia.

Módulo 2. La nao Victoria. Modelo de la nao Victoria (siglo XVI). Este modelo, el más grande de esta muestra, fue realizado por Joaquín Cortés, en 1920, en madera, metal y cuerda. Tiene una eslora de 254 cm. y manga de 98 cm. Forma parte de la colección de la Fundación Oceanográfica de Guipúzcoa-Aquarium de Donostia, San Sebastián.

Astrolabio náutico (siglo XVI). Pieza en bronce. Es propiedad de Su Majestad el Rey Juan Carlos I y donado al Museo Naval de Madrid.

Módulo 3. La galera Marquesa. Modelo de la galera Real de Don Juan de Austria (1568) Modelo del siglo XIX, construido por Amadeo Bosch Noguera en madera, marfil, tejido y metal. Pieza perteneciente al Museo Marítimo de Barcelona.

Libro nº6 General de Galeras (1651-1681). Manuscrito sobre el que se ha efectuado una muy importante restauración. Pertenece al Archivo Naval de Cartagena.

Módulo 4. La Hispaniola. Planta de la Ysla y fuerza de la Tortuga, de 1654. Se trata de un manuscrito en tinta y aguada en colores. Pertenece al Archivo del Museo Naval de Madrid

 

Figura de infante de marina EOS (Equipo Operativo de Seguridad antipiratería). El equipo operativo y táctico de este cuerpo se compone de un caso Protek, visor nocturno, gafas anti ventisca, salvavidas táctico, chaleco táctico IM (Infantería de Marina), bolsillos auxiliares porta cargadores, guantes tácticos anti corte, fusil de asalto HK G36 5,56 mm, pistola HK 9 mm y rodilleras y coderas de protección. Pertenece a la Fuerza de Guerra Naval Especial (FUGNE), Cartagena.

Módulo 5. San Juan Nepomuceno. Modelo de navío San Juan Nepomuceno (1766-1805). Pieza realizada durante el período 1989-1993 por Mirko Toman Fernández, Manuel Benavente y Miguel Ángel Romero, en madera, metal, cuerda y textiles. Ha sido prestado para esta exposición por la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales de Madrid.

Bicornio con el que fue sepultado Federico Gravina, capitán general de la Real Armada, 1805. Pieza confeccionada en lana, seda, cuero, fieltro y pluma. Forma parte de los fondos del Museo Naval de Madrid.

Vistas de dos de las cuatro posiciones del combate de Trafalgar sacadas de las únicas copias que, de los originales trazadas por Escaño, Mayor de la Escuadra de Gravina, posee el jefe de la Armada Española Sr. D. Emilio Croquer, bajo cuya dirección han sido reproducidas fielmente. Primera posición al empezar el combate y cuarta, al acabar. 1906. Manuscrito en tinta y aguada en colores, realizado por Serafín Sánchez Otero y Manuel Castelo y Jiménez. Pertenece al Archivo del Museo Naval de Madrid.

Módulo 6. Bounty. A narrative of the mutiny on board his majesty’s ship Bounty and the subsequent voyage of part of the crew in the ship’s boat Tofoa, one of the Friendly Island to Timor, a dutch settlement in the East Indies. Se trata del original impreso en Londres, en 1790, del diario del capitán William Bligh, publicado por George Nicol. Este ejemplar se conserva en la Biblioteca del Museo Naval de Madrid.

Módulo 7. El Pequod. Escena de caza de la ballena, realizada por Eduardo Pérez Rubin sobre una barba de ballena a pluma y tinta. Se conserva en el Museo Naval de Madrid.

Módulo 8. La fragata Numancia. Modelo de la fragata Numancia (1863-1912). Segunda mitad del siglo XIX. Construido por Alfonso Betanzos Jiménez en madera, metal e hilo. Prestado por el Museo Naval de Cartagena para esta exposición.

Gorra y levita de Casto Méndez Núñez, brigadier de la Real Armada, siglo XIX. Pieza confeccionada en paño. Forma parte de los Fondos del Museo Naval de Madrid.

Módulo 9. Nautilus. Ejemplar de 20.000 leguas de viaje submarino. Primera traducción al español por Vicente Guimerá/Julio Verne. Publicado en Madrid, en 1869, por la imprenta de Tomás Rey y Compañía. Pertenece a la colección privada de Francisco Javier Román Huerta. El valor de esta pieza radica en que se trata de la primera edición de la obra en un único volumen en español, ilustrado con grabados de 1869 y publicado un año antes que en Francia.

Módulo 10. El Titanic. Modelo del RMS Titanic (1912). Construido en 2008 por Vicente Ballarín Noguera en madera, hilo y pintura. Forma parte de la Colección Tierra, Mar y Aire que se encuentra en el municipio oscense de Roda de Isabena.

Salvavidas. Siglo XX. Objeto realizado en lona y corcho. Se trata de un prototipo de los primeros salvavidas. Pertenece al Museo Naval de Ferrol.

Módulo 11. El Bismarck. Modelo del acorazado Bismarck (1939-1941). Pieza construida en 1980 por José María Martínez de Marañón y Collado en madera y sintéticos. Prestado para esta exposición por el Museo Naval de Ferrol.

Modelo del crucero Baleares (1932-1938), siglo XX. Obra de Juan Colomar y Torres. Forma parte de la colección del Museo Naval de San Fernando, en Cádiz.

 

 

Museo Naval

Paseo del Prado 5, 28014. Madrid.

Tel. (+34) 91 523 8516, 609 467 117 Fax 91 379 50 56 ohculturanaval@fn.mde.es www.armada.mde.es/museonaval      www.fundacionmuseonaval.com http://hombresdelamar.fundacionmuseonaval.com/ @Museo_Naval www.facebook.com/FundacionMuseoNaval

 

Horarios de visita 

De martes a domingo: De 10:00 a 19:00 h En agosto de 10:00 a 15:00 h

Cerrado los lunes y los días 1 y 6 de enero, 24 y 25 de diciembre.

 

Tarifa 

Se solicita una aportación voluntaria de 3 euros para mantenimiento del Museo.

 

 

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Tel: +34 91-6319190        info@fondear.com 


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