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Increíble fosforescencia

Extraído del libro “Mi familia y otros animales”

del autor y naturista inglés Gerald Durrell

 

Nubes de luciérnagas salieron al mar revoloteando sobre las olas, y en ese preciso instante aparecieron los delfines nadando en fila india por la bahía, cimbreándose rítmicamente, con los lomos como pintados de fósforo.

Aquella noche la fosforescencia era especialmente intensa. Bastaba con pasear la mano por el agua para producir una ancha cinta verdidorada a lo largo del mar, y al zambullirse la sensación era la de arrojarse en un helado horno de luz. Cuando salimos, el agua que nos chorreaba emitía un resplandor de fuego. Nos tumbamos a comer en la playa. Al descorchar el vino al final de la cena y como una señal convenida, unas cuantas luciérnagas aparecieron sobre los olivos a nuestra espalda, especie de obertura del espectáculo.

Primero no fueron más que dos o tres puntitos verdes que flotaban blandamente entre los árboles, encendiéndose y apagándose con regularidad. Pero pronto surgieron más y más, hasta iluminar algunas partes del olivar con un extraño resplandor verdoso. Jamás habíamos visto tal cantidad de luciérnagas: enjambres enteros volaban entre los árboles, trepaban por la hierba, los matorrales y los troncos de olivo, pasaban sobre nuestras cabezas y se posaban en las toallas como ascuas verdes.

Nubes de luciérnagas salieron al mar  revoloteando sobre las olas, y en ese preciso instante aparecieron los delfines nadando en fila india por la bahía, cimbreándose rítmicamente, con los lomos como pintados de fósforo. En el centro de la cala se detuvieron a nadar en círculo, girando y sumergiéndose, saltando a veces en el aire para caer en medio de un estallido de luz. El cuadro de conjunto, con los insectos arriba y los delfines iluminados abajo, era extraordinario.

 

Bajo la superficie se distinguía incluso, el sendero de luz que dejaban los delfines al bucear zigzagueando por el fondo arenoso, y cuando saltaban en el aire despidiendo gotas de agua esmeralda, no sabíamos ya si lo que veíamos eran luciérnagas o gotas de fosforescencia.

 

 

 

 

 

Una hora duró este festival, pasada la cual las luciérnagas volvieron a tierra y se alejaron bordeando la costa. Entonces los delfines se alinearon y pusieron rumbo al mar abierto, dejando tras de sí un sendero llameante que luego de arder un momento se fue apagando lentamente, como una rama incandescente que atravesara la bahía.

 

 

 

 

 

Y también en la playa

 

Los días en los que la concentración de fitoplancton fosforescente es muy alta, y durante la marea baja, la arena actúa como filtro quedando esta cubierta por las microscópicas algas fosforescentes. Lo pudimos comprobar con sorpresa al desembarcar en una abandonada playa en un atolón de las Islas Maldivas. A medida que andábamos sobre la arena mojada de la bajamar dejábamos con sorpresa marcas luminosas de nuestras pisadas. ¡Menudo alucine!

Al recoger con la punta de los dedos una pizca de la arena luminosa se apreciaba el puntito brillante como la cabeza de un alfiler que a los pocos segundos se desvanecía en la oscuridad. Al restregar con un dedo esta pequeña muestra de arena sobre la palma de la mano esta se volvía a iluminar dejando un trazo verde de intensa luminiscencia sobre el fondo de la mano

 

 

 

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