
Todos hemos oído hablar de El Niño y de sus desastres climáticos. El
Niño genera sequías severas con gigantescos incendios forestales,
pero en otras regiones como en Ecuador, en Perú o en California,
produce temporales de lluvias de gran intensidad que pueden causar
inundaciones devastadoras y deslizamientos de tierra. El Niño ha
dejado varios miles de muertos en todo el mundo, miles de personas
sin hogar y daños valorados en miles de millones de dólares. Sin
embargo, los residentes de la costa nordeste de Estados Unidos
pueden atribuirle a El Niño inviernos más templados de lo normal (y,
por lo tanto, facturas de calefacción más bajas) y temporadas de
huracanes más benignas
Originalmente, el nombre de El Niño (Niño Jesús) fue
acuñado hace unos 100 años por unos pescadores de la costa
de Perú para referirse a la aparición en navidades de una corriente
oceánica caliente del sur que desplazaba a la corriente fría del
norte en la que solían faenar. Por el contrario, para hacer
referencia a los efectos asociados a las temperaturas anormalmente
frías de la superficie del mar, se acuñó en el año 1985 el término
“La Niña”.

El cambio
de las condiciones de El Niño dura alrededor de cuatro
años y para entenderlo debemos darnos cuenta de la compleja relación
existente entre el océano y la atmósfera. Aunque durante mucho
tiempo los meteorólogos han estado pronosticando el tiempo
diariamente en función de mediciones atmosféricas realizadas en todo
el mundo, tenían poca información de los océanos. Esto fue así hasta
que se empezaron a utilizar boyas colocadas de forma permanente en
medio del Océano Pacífico que toman la tempera superficial y a
varios cientos de metros de profundidad, así como satélites en
órbita. Hoy en día, los científicos pueden advertir a las
poblaciones sobre nuevas amenazas varios meses antes de que ocurra,
proporcionando un tiempo valioso con el que tomar medidas para
mitigar los peores efectos.
Para
predecir la meteorología es necesario obtener una gran cantidad de
datos sobre las condiciones existentes en distintos lugares, y a
pesar de tener a nuestro servicio todos estos avances tecnológicos,
incluidos sofisticados sistemas informáticos, sólo podemos
pronosticar el tiempo de forma relativamente precisa con unos días
de antelación. ¿Cómo es entonces posible poder anticipar un nuevo
Niño con varios meses de antelación?
Dos gigantes unidos para
siempre

El océano y la atmósfera están totalmente interconectados,
aunque no son una pareja perfectamente equilibrada. La
atmósfera, rápida y ágil, reacciona a los cambios de
temperatura de la superficie del mar en cuestión de días o
semanas. Por el contrario, el océano, extenso y lento, tarda
meses en alcanzar un nuevo equilibrio con los cambios de los
vientos. Por lo tanto, el estado del océano en cualquier
momento dado es más un reflejo de vientos ya pasados, en forma
de olas por debajo de la superficie del océano, que de la
acción de los vientos que se están produciendo en ese momento.
Los científicos indican que este retraso en la reacción del
océano confiere ciertas propiedades caóticas que afectan al
desarrollo de los cambios en el clima. |
El “clima” a
largo plazo es fruto del calentamiento y enfriamiento del Océano
Pacífico tropical. La brisa del mar es un ejemplo común. En una
tarde soleada, la tierra se calienta más rápido que el océano; a
medida que el aire situado sobre la tierra se calienta y asciende,
el aire situado sobre la superficie más fría del océano se desplaza
hacia la costa para ocupar su lugar. El aire caliente vuelve al
mar y, a continuación, desciende sobre el océano para completar el
circuito. Los mismos principios se aplican al planeta en general.
Durante el año, los rayos solares caen de forma más vertical sobre
las zonas tropicales que sobre las latitudes medias o los polos;
como resultado, los océanos tropicales absorben mucho más calor que
las aguas de cualquier otro lugar. Cuando el aire próximo a la
superficie del océano se calienta por las aguas ecuatoriales, se
expande, asciende (llevándose el calor consigo) y se desplaza hacia
los polos; el aire más denso y frío de los subtrópicos y los polos
se mueve hacia el ecuador para ocupar su lugar.
Esta
redistribución continua del calor, que cambia por la rotación de
oeste al este del planeta, causa las altas corrientes de aire y los
vientos alisios que soplan en dirección oeste. Los vientos, a su
vez, junto con la rotación de la Tierra, desencadenan grandes
corrientes en los océanos como, por ejemplo, la corriente del Golfo
en el Atlántico Norte, la corriente de Humboldt en el Pacífico Sur y
las corrientes ecuatoriales del norte y el sur. En el océano
tropical, los vientos alisios que soplan en dirección oeste absorben
el vapor de agua que se encuentra sobre el océano y lo transportan
de un lugar a otro. Esta dinámica océano-atmósfera provoca que, por
ejemplo, la costa del Pacífico en América del Sur sea generalmente
seca, mientras que en el lado opuesto de esa cuenca oceánica, en
Indonesia y Nueva Guinea, crecen frondosas selvas. Los vientos
alisios también empujan el agua caliente que se encuentra en la capa
superior del océano tropical hacia el oeste. A medida que el agua
caliente se acumula en el Pacífico occidental, el agua fría situada
en las capas inferiores del Pacífico oriental asciende a la
superficie.

Si disponemos
de información sobre las temperaturas existentes bajo la superficie
se puede predecir el comportamiento de los vientos alisios con
varios meses de antelación, y a su vez, si disponemos de información
sobre los vientos alisios, también se puede pronosticar las
temperaturas de la superficie del mar.
En la década
de los 50, un grupo de investigadores observaron que las altas
temperaturas de la superficie del mar en la costa de Perú parecían
estar relacionadas con una pequeña diferencia en la presión del
Pacífico tropical. A finales de la década de los 60 el meteorólogo
Jacob Bjerknes, de la Universidad de California, describió un
mecanismo que relacionaba las observaciones de la oscilación de
El Niño.
La interacción
entre el mar y el aire podía tener un gran impacto sobre la
circulación de los vientos, la lluvia y el clima, y Jacob se dio
cuenta de que los vientos dependían de la diferencia existente entre
las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico occidental
y en el Pacífico oriental, una diferencia que hacía que la presión
del aire superficial en las dos regiones fuera distinta.

Normalmente el
aire situado sobre las aguas frías del Pacífico peruano era
demasiado denso para ascender lo suficientemente alto y permitir que
el vapor de agua se condensara y formara nubes y gotas de lluvia,
quedando algunas zonas de Perú y Ecuador desérticas. Estas zonas
desérticas comenzaban lejos de la costa, donde el aire denso y frío
también creaba una región de alta presión de aire. La alta presión
en el este y la baja presión sobre las aguas más calientes del oeste
provocaban que el aire soplara en dirección oeste, generando y
reforzando los constantes vientos alisios ecuatoriales. Más
adelante, los vientos camino de Indonesia absorbían la humedad del
océano a medida que se desplazaban. Allí el aire húmedo y caliente
ascendía, se condensaba y, a continuación, descendía en forma de
fuertes lluvias monzónicas que nutrían a las selvas de Nueva Guinea
e Indonesia.

Jacob
reconoció que durante las condiciones de El Niño,
cuando las aguas próximas al norte de Perú son más calientes de lo
normal y, en consecuencia, la presión del aire de la superficie es
más baja, la diferencia de presión entre el este y el oeste
disminuía, así como los vientos alisios que soplan en dirección
oeste. A medida que la intensidad de los vientos disminuía, el aire
húmedo y caliente ascendía sobre el Pacífico central en lugar
de más hacia el oeste, desapareciendo las lluvias monzónicas de la
India e Indonesia y provocando temporales de lluvias en las costas
occidentales de América del Norte y del Sur.
El aporte de Wyrtky
En 1975, un científico llamado Wyrtki demostró que los fuertes
vientos alisios empujaban fundamentalmente las aguas más calientes
de la superficie hacia el oeste a lo largo del ecuador hasta que se
acumulaban en la costa de Indonesia. Esta densa capa de agua
caliente, que provocaba una subida del nivel del mar en el Pacífico
occidental de hasta 45 centímetros, ejercía presión sobre una capa
de agua situada debajo de la superficie llamada termoclina que
actuaba como una especie de puente entre las aguas calientes de la
superficie y las aguas más frías situadas en el fondo del océano.

En
comparación, la capa caliente de la superficie en el Pacífico
oriental era mucho más fina. Como resultado, la termoclina se
encontraba más cerca de la superficie, permitiendo que las aguas
frías situadas en el fondo del océano fluyeran trayendo con ellas
los nutrientes que alimentan a las poblaciones de peces.
El trabajo
de Wyrtki sugería que, cuando los vientos alisios cesaban, se
liberaban oleadas de agua caliente que se movían de oeste a este a
través del Océano Pacífico, empujando a la capa termoclina hacia el
fondo en el Pacífico oriental e impidiendo la ascensión del agua
fría situada en el fondo del océano. Como consecuencia, las
temperaturas de la superficie del mar en el este aumentaban y el
agua de la superficie en el Pacífico oriental quedaba totalmente
privada de los nutrientes necesarios para mantener ciertas
poblaciones de peces. Dado el retraso con el que el Pacífico
oriental reaccionaba a los cambios de vientos, Wyrtki reconoció la
posibilidad de pronosticar dichos eventos con anticipación.

Esta redistribución del agua caliente de la superficie por el
Pacífico tiene un carácter periódico, aunque irregular, e implica
una compleja interacción entre olas, corrientes y corrientes
submarinas que aparecen y desaparecen en respuesta a los cambios de
los vientos.
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En condiciones
normales, los vientos alisios ecuatoriales mueven el aire hacia el
oeste; allí, el aire caliente asciende, se condensa y cae en forma
de fuertes lluvias en el Pacífico occidental. En el caso de El Niño,
una menor presión del aire en el Este hace que disminuya la
intensidad de los vientos alisios, provocando precipitaciones
irregulares en las costas occidentales de América del Norte y del
Sur.

Los
oceanógrafos que estudiaban estos efectos también empezaron a hacer
uso de los equipos informáticos para obtener ayuda. Se utilizaron
modelos informáticos idealizados que interpretaban el océano
superior como una capa de temperatura uniforme situada sobre un
océano frío y profundo para intentar reproducir la redistribución
del agua caliente de la superficie. Estos modelos demostraron que
los cambios en los vientos en el Pacífico occidental podían, en
efecto, provocar los cambios en los niveles del océano Pacífico
oriental relacionados con El Niño. A principios de los años 80, se
desarrollaron modelos matemáticos más realistas, en los que las
temperaturas del océano variaban tanto horizontal como
verticalmente.
El Niño de 1.982
Los científicos descubrieron con datos de otros años que en
diciembre las temperaturas de la superficie del mar próximo a Perú
comenzaban a subir, aunque, a diferencia de como ocurría
normalmente, no bajaban a medida que fuera entrando el otoño. Estas
temperaturas anormalmente cálidas se desplazarían gradualmente hacia
el oeste y aumentarían a medida que se fueran desplazando. Las aguas
calientes del Pacífico oriental provocarían con el tiempo un
descenso de la presión atmosférica, lo que causaría el cese total de
los vientos alisios y, a finales de año, las temperaturas de la
superficie del mar en el Pacífico central y oriental alcanzarían su
máximo. Esta fase de El Niño duraría hasta la entrada de la
primavera en el hemisferio norte. Finalmente, las temperaturas de la
superficie del mar en el Pacífico central comenzarían a descender y
El Niño desaparecería.
Pero durante el Niño de 1982 a 1983, el desarrollo de las distintas
fases en el tiempo fue inusual. Desgraciadamente, los satélites que
tomaban la temperatura de la superficie del mar en el Pacífico se
confundieron con la erupción del volcán El Chichón de México, que
había arrojado una gran nube de polvo a la atmósfera. Para los
satélites, las temperaturas de la superficie del mar parecían más
frías de lo que realmente eran y los científicos no pudieron ver la
amenaza que acechaba.

Australia, que ya se encontraba en medio de la peor sequía del
siglo, sufrió incendios devastadores y grandes pérdidas en
agricultura y ganadería que se valoraron, teniendo en cuenta los
daños y las pérdidas de ingresos, en miles de millones de dólares.
La sequía afectó a gran parte del África Subsahariana, forzando a
países exportadores de alimentos como la República de Sudáfrica y
Zimbabwe a pedir ayuda a la comunidad internacional. En partes del
sur de Ecuador y del norte de Perú cayeron hasta 250 centímetros de
agua durante un período de seis meses. El caudal de los ríos era mil
veces mayor de lo normal. Se sucedieron enormes inundaciones. Tras
su paso, El Niño dejó cerca de 2.100 muertos en todo el mundo,
cientos de miles de personas evacuadas, otras tantas sin hogar y
daños valorados en más de 13 mil millones de dólares.
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Llega el peor
Niño
A finales de
los años 90, varios equipos de investigación de todo el mundo habían
creado nuevos modelos mejorados para poder utilizar los datos de
observación obtenidos mediante los sistemas de boyas. A principios
de 1997, algunos de estos modelos revelaron una serie de señales que
advertían del calentamiento del Pacífico. En la primavera de 1997,
se advirtió al mundo sobre la llegada de un acontecimiento
importante. En noviembre, El Niño alcanzaba su máximo,
subiendo las temperaturas de la superficie del mar alrededor de 5
grados centígrados en 4.500 millas de océano abierto, el mayor
calentamiento del océano jamás registrado.

El fenómeno de
El Niño ocurrido de 1997 a 1998 tuvo un impacto en la sociedad tan
devastador como el de El Niño ocurrido de 1982 a 1983. California
sufrió tormentas durante muchos meses que destruyeron y dañaron más
de 1.400 viviendas, desapareciendo laderas enteras por el agua.
Florida, fue arrasada por una serie de tornados aparentemente
fortuitos. Indonesia sufrió incendios que quemaron bosques y zonas
ricas en turba que ennegrecieron el cielo de todo el sudeste de
Asia. En la costa de Perú, el número de peces disminuyó
drásticamente, afectando a las poblaciones locales de focas, leones
marinos, pingüinos y aves marítimas como gaviotas y golondrinas de
mar. En México, se produjeron devastadores incendios que quemaron
preciados bosques. En Panamá, la sequía y el bajo nivel de agua de
los lagos que alimentaban el Canal de Panamá forzaron a las
autoridades a restringir el paso de embarcaciones por el canal por
primera vez en 15 años.

Aunque
El Niño fue desastroso, pudo haber sido peor. La advertencia
anticipada de la llegada de este fenómeno permitió plantar a los
campesinos de la parte nordeste de Brasil, propensa a sufrir
sequías, especies resistentes al calor. Los residentes de California
decidieron aunar fuerzas para despejar los canales inundados,
reforzar los diques y distribuir sacos de arena en áreas propensas a
inundarse. Los residentes de las Islas Galápagos pavimentaron
carreteras, instalaron nuevos sistemas de drenaje y reforzaron
servicios básicos como los de comunicaciones y agua.
Gracias a los
esfuerzos conjuntos de oceanógrafos y científicos atmosféricos,
ahora se puede predecir la llegada de otros fenómenos del Niño.
Hemos conseguido una serie de conocimientos que nos permiten
prepararnos para los grandes cambios que se producirán en la
climatología del planeta. Pero... ¿Por qué cambia tanto el clima
del planeta?
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