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            Estamos tan 
            acostumbrados a observar cómo los veleros se mueven 
            gracias al viento en sus velas, que no nos paramos a pensar que el viento puede 
            mover barcos sin necesidad de ellas. ¿Puede ser cierto? 
            
             
            Sólo por poner un 
            ejemplo. Podríamos idear un barco con dos o tres mástiles poblados 
            por generosos aerogeneradores, que se encargaran de producir la 
            electricidad para mover un motor eléctrico de propulsión. ¿Se lo 
            imaginan? Podría ceñir a cero grados, que sería justamente cuando 
            avanzaría más rápido al conseguir el mejor viento relativo en sus 
            aerogeneradores. Pero en este artículo veremos algo tan distinto 
            como viejo viejo y conocido. 
                                                        
               
              
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
            
             
              
              
              
              
              
              
              
            Ya en 1.926 el "Baden Baden", una antigua goleta 
            a la que se había eliminado la arboladura, navegaba con un curioso 
             
            engendro de gruesas "chimeneas" gracias a un efecto físico 
            descubierto algunos años antes por el físico Alemán Heinrich Gustav 
            Magnus. El efecto Magnus explica que, si por frotamiento 
            alteramos 
            la velocidad en dos caras de una superficie expuesta al viento, se 
            produce un empuje en el lado en el que el viento se mueve más 
            rápido. Exactamente lo mismo que consiguen las velas trabajando en 
            perfil alar. 
            
              
            En otras 
            palabras, si por ejemplo giramos un cilindro expuesto al viento, el 
            rozamiento por fricción de la superficie del cilindro con el aire, 
            acelera la capa de aire en una cara y ralentiza la contraria. Lógico 
            si pensamos que toda superficie del cilindro tiene una rugosidad y ésta actúa 
            como si en un lado estuviéramos empujando el viento y en el otro 
            ralentizándolo. 
            
              
              
            Esto es fácil. 
            El tema a entender es que si en un lado aceleramos el aire y en el 
            otro lo detenemos, se origina una diferencia de presión entre ambas 
            caras, y esta diferencia de presión es la que "chupa" y produce un 
            empuje propulsor. Para ser más "finos",  tendríamos que recordar la 
            ecuación el genial Francés Bernoulli, que en el fondo viene a decir, 
            que si en el aire se mueven más rápido sus moléculas, tienen menos 
            tiempo para chocar y ejercer presiones en su entorno, o lo que es lo 
            mismo, disminuye la presión, pues esta en el fondo no es más que la 
            suma de todos los millones de choques contra una superficie. 
              
            
              
              
            
             
            El Alemán 
            Antón Flettner (que también fue uno de los primeros en fabricar un 
            helicóptero) montó un par de cilindros de 15 metros de altura y 3 
            metros de diámetro en la vieja "Baden Baden" y los puso a girar a 11 
            vueltas por segundo. El éxito fue total ya que el barco andaba bien 
            y podía remontar el viento hasta 25º mientras en esas épocas los 
            veleros sólo ceñían hasta un tope de 45º con el viento.  
              
            En este caso la 
            fuerza de empuje es mayor cuanto mayor sea el viento y cuanto más 
            rápido sea la velocidad del cilindro. Para más detalle podemos 
            escribir que la fuerza de empuje es: 
                                            
              
            siendo r el 
            radio del cilindro, p la densidad del aire, L la altura del cilindro, 
            V la velocidad del aire y N la rotación en vueltas por segundo.  
             
             
            
             
              
            
              
            
            La Turbovela de 
            Cousteau 
              
            En 1.980 dos 
            ingenieros diseñan para Jacques Cousteau la "Turbovela" que funciona 
            de forma parecida, pero en vez de girar el cilindro, este tiene unas 
            aberturas por las que se aspira aire, creando de esta forma una 
            diferencia de velocidades. 
            
              
              
            Más futuro 
            tienen los perfiles de ala rígidos como ya se han probado en barcos 
            como el trimarán "Blue Nova". El ingeniero aeronáutico John Walker 
            directamente puso un perfil de ala de avión en vertical sobre una 
            crucera giratoria, consiguiendo empujes muy importantes. La idea se 
            basa en que un perfil de ala es en torno a un 50% más efectivo que 
            la superficie única de una vela tradicional moderna. Los perfiles 
            rígidos aguantan vientos huracanados sin romperse (el ala de un 
            avión recibe vientos a 1.000 kilómetros por hora sin problemas!) pero 
            son mucho más pesados que una simple vela de dacron. 
              
            
              
            Lo que está claro 
            es que según vemos aparecer nuevos materiales más rígidos, baratos y 
            ligeros, veremos nuevas propuestas que a la larga harán evolucionar 
            mucho los barcos movidos por el viento tal y como los entendemos hoy 
            en día. Tiempo al tiempo… 
              
            
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