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            Existen ocasiones en las que la naturaleza desconcierta. 
            Si piensas haberlo visto todo, todavía queda oportunidad para el 
            asombro. Millones de piedras pómez flotando tras una erupción 
            volcánica pueden crear un paisaje irreal en mitad del océano. 
               
            El efecto es bien conocido por los vulcanólogos, aún 
            cuando está muy poco descrito en los manuales de navegación. 
            Millares de toneladas de material volcánico expulsados por un volcán 
            que al solidificar con burbujas de gas consigue flotar. Se trata de 
            la conocida piedra pómez tan liviana como áspera.  
             
            Totalmente sorprendido se quedó Frederick Franson el 
            pasado 11 de Agosto de 2007 mientras navegaba en el pacífico en su 
            velero CNB 36 entre las islas de Tonga y de Fidji. Una experiencia 
            verdaderamente alucinante, pues se encontró en mitad de un desierto 
            de rocas volcánicas hasta más allá del horizonte.    
               
               
            Cerca de la isla 
            de Neiafu al norte de Tonga y exactamente en las coordenadas 
            18º59.5S, 174º46.3W, es donde le sorprendió tan extraño fenómeno. A 
            medida que avanzaba navegando a motor por falta de viento, la roca 
            volcánica del color del trigo comenzó a cubrir toda la superficie 
            del mar hasta hacerse tan densa que no dejaba ver la superficie del 
            mar.  
             
            Un verdadero manto marrón de origen volcánico lo 
            cubría todo. ¡Un paisaje surrealista mientras navegaba en mitad de 
            un desierto cubierto por infinidad de pequeñas dunas volcánicas! Al 
            principio las rocas se apartaban rápidamente al ser desplazadas por 
            las amuras. Más tarde la capa se hizo más espesa lo cual obligaba a 
            navegar a un nudo de velocidad para no rayar el gel-coat. Pero 
            también existía el peligro de obstruir los filtros del circuito de 
            refrigeración del motor.  
            
             
              
             Por 
            estos motivos el patrón decidió dar media vuelta y regresar a 
            fondear a una isla cercana, ya que la idea de tener que navegar en 
            mitad de este campo de piedras durante la noche no resultaba nada 
            atractiva. A la mañana siguiente el rumbo escogido bordeó los bancos 
            de piedra pómez que derivaban lentamente hacia el norte. En el 
            horizonte se dibujaba una mancha de humo y polvo volcánico en una 
            zona marcada en la carta náutica como de alta actividad 
            volcánica. Al aproximarse pudieron comprobar como el humo provenía 
            de tres cráteres en erupción. La pequeña isla que en la proa acababa 
            de aparecer no figuraba ni en la carta ni el plotter. De vez en 
            cuando se escuchaba una explosión acompañada por una columna de 
            piedras mezcladas entre densas nubes de humo y cenizas. Tan 
            magnífico espectáculo acababa de descubrir el origen de estos 
            extensos mantos de piedra flotante. 
              
             
            Y no menos sorprendente resulta pesar que normalmente 
            estas islas suelen desaparecer y hundirse al cabo de algunos días o 
            semanas al cesar el empuje de la actividad volcánica. 
             
             
             
             
             
               
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