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Navegar en las islas Eólicas

 

 

Un destino único y muy recomendable, que para muchos navegantes, representa una etapa intermedia de la larga singladura hacia el Adriático o el Egeo.

Las Eólicas están formadas por 7 islas de las cuales Stromboli amenaza desde hace siglos con su impresionante volcán activo cuyas fumarolas y explosiones de lava iluminan el cielo cerca de la bella Sicilia.

Con muy poco viento y una mar entre rizada y marejadilla, alcanzamos bien entrada la noche el archipiélago de las eólicas tras atravesar el estrecho de Mesina al atardecer y bordear durante unas pocas millas la costa de Calabria, que sin duda dejaremos pendiente para otra aventura.

Desde Mesina, 35 millas casi sin viento y una temperatura estival de Julio ideal. El cata navega con todo el Génova, pero sobre todo, empujado por los motores. Alcanzamos Stromboli, a eso de las 3 la madrugada, acercándonos por la costa Oeste, para hacer luego la norte Norte y deleitarnos con las erupciones de roca fundida en mitad de una noche oscura, chartplotter en la mano para evitar sustos y bajíos.

 

 

Cerca del volcán, agazapados  por  la oscuridad de la noche, es todo un espectáculo observar las descargas rojas de lava y rocas ardientes rodando silenciosamente por las altas laderas del Stromboli, desde sus 918 metros de altura.

 

 

Al virar al Este encontramos el fondeadero, en que se mecen un  gran número de veleros y sin demasiados miramientos soltamos el ancla para pasar la noche. Su pueblecito nos regala encuadres pintorescos entre calles sumamente estrechas y sombreadas. La subida al volcán no siempre es posible debido al vulcanismo del momento, de modo que nos ahorramos la caminata en espera de otra futura visita a la isla.

 

 

Tras desayunar, consultamos los derroteros y guías Imray, leyendo con sorpresa que la isla de Vulcano también tiene otro volcán activo aunque menos impactante. Las otras cinco islas; Panarea, Alicudi, Filicudi, Salina y Lipari, nacidas como las anteriores hace algunos pocos milenios, entre traumáticos movimientos tectónicos, ofrecen orografías abruptas y desafiantes. Playas de arena negra y costas de difícil fondeo, salvo algunos pocos y concurridos lugares bien conocidos por los aficionados italianos.

 

 

En muchas calas y sotaventos de interés, la sonda cae a pico a 25, 40 ó 50 metros a solo unas decenas de metros de la línea de costa. Para nuestro disgusto la parada es imposible, aunque también existen muchos lugares bien marcados en la carta en los que si es posible fondear en buenas condiciones.

 

 

 

 

El viento en la Eólicas

Durante el verano, las Eólicas suelen tener muy poco viento, aunque a veces puede entrar con fuerza del Noroeste y durante poco tiempo. Debido a la fuerte orografía de la costa montañosa, hay que tener cuidado con las ráfagas térmicas, que a veces se encañonan pendiente abajo haciendo subir el anemómetro más de la cuenta, incluso cuando el viento meteorológico sea despreciable.

En verano el estado de la mar es muy bonacible, salvo cuando se monta un lío del Noroeste proveniente de las costas de Cerdeña, por lo que no está de más estar pendiente de la meteo local en el canal 68 de la VHF.

 

 

A media mañana navegamos por la costa Sureste de Stromboli salpicada por algunos olivos, y otros árboles de secano, entre diferentes construcciones que nos traen a la cabeza recuerdos de algunas islas griegas, hasta alcanzar Panarea en donde fondeamos, para bajar a tierra en el pueblecito de San Pietro y comprar algo de fruta fresca, eso sí, a precio de oro. El gentío en el pequeño puerto es apabullante, pero no intimida pues solo pretendemos pasear un rato parando por el camino en una pequeña tienda de ultramarinos. En el espigón hay numerosas anillas en las que hacer un ballestrinque al cabo de la neumática, con la eterna preocupación al dejarla sola, aunque sólo sea por unas horas.

 

 

Las casas del pueblo clavadas en la costa escarpada, ofrecen una estampa típicamente mediterránea con paredes encaladas, algunas con tonos pastel, y balcones colgados sobre el azul del mar. Se huele el olor del jazmín y de los pinos, mientras nos deleitamos con los vivos colores de las buganvillas que destacan con el fondo azul ultramar del Mediterráneo.

Tengamos en cuenta que con vientos del Este, el puerto es totalmente impracticable pues no ofrece ninguna protección. Es seguro que en primavera o en el otoño, el lugar debe presentar otro aspecto, como de hecho ocurre en tantos y tantos sitios congestionados en el verano. Por ello decidimos continuar y arrumbar al canal entre Lipari y Salina.

 

 

Lipari es la mayor de las Eólicas con 10.000 habitantes y unas costas con laderas suaves que ofrecen algunas playas interesantes, en donde largamos un cabo por la popa y sin viento y sin llegar a fondearnos nos vamos lanzando al agua cristalina azul cian, siempre con la precaución de permanecer uno de nosotros a bordo, por si el catamarán se mueve más de la cuenta. Entre los dos casco del catamarán y a la sombra del cockpit, parece que estamos nadando en una gruta azul turquesa. Tan precioso como refrescante… Parece ser que antiguamente Lipari vivía del mercado de piedra pómez y el mineral de obsidiana, aunque esos tiempos pasaron y el turismo es la principal fuente de ingresos.

A diferencia del gentío de Lipari, en Salina descubrimos un pueblecito tranquilo lleno de encanto, en el que abundan los limoneros que embriagan aromas cítricos que se entremezclan con el agradable olor de las higueras. Santa Marina Salina, bien merece una visita aunque sea para pasar un buen rato, dejando el barco fondeado en los alrededores de los dos espigones del puerto y muy cerca de la costa para no tener que soltar decenas y decenas de metros de cadena.

 

 

En Salina también es posible hacer algún trecking hacia la Fossa del Felci antiguo volcán inactivo desde el cual podremos disfrutar una vista impresionante de las Eólicas, a 962 metros de altitud tras una marcha de varias horas de esforzadas subidas. No olvide su cantimplora…

Entre la isla de Lipari y Vulcano el canal es bastante estrecho y peligroso con mal tiempo, y más allá hacia Sicilia, es posible que haya que lidiar contra corrientes que pueden alcanzar los 3 nudos, aunque esto no es mucho si lo comparamos con la singladura de un par de días antes, con corriente y viento a favor en el estrecho de Mesina, que cruzamos aceleradamente, como si llevamos un petardo en las posaderas.

 

 

La costa de Filicudi, muy clara, ofrece un pequeño puerto en donde ni se nos ocurre pretender amarrar en esta época y con un cata. A media milla al norte del puerto existe un fondeadero en que podemos depositar el ancla sobre un fondo de agarre mediocre. En Alicudi, la más al Oeste de todas las Eólicas, es prácticamente imposible fondear y no por culpa de los barcos. Incluso a unos 20 ó 30 metros de la costa, pegados vaya, la sonda indica una profundidad espantosa.

 

 

La isla de Vulcano tiene una bella bahía protegida por varios islotes que parece ser que emergieron en algún terremoto del siglo II. En la cima de la montaña se aprecian fumarolas que al acercarnos durante la ascensión se perciben con el típico olor a azufre y huevos podridos. El baño de lodos y barros terapéuticos y malolientes, lo dejaremos para otra ocasión, que ya con los conocidos de Formentera nos es más que suficiente. Desde arriba a 400 metros en el borde del cráter humeante con gases sulforosos, el panorama es también impresionante, divisando los mejores fondeaderos de Vulcano en Porto di Ponente y el Porto di Levante. Las rocas están cristalizadas con geometrías amarillas del azufre que proviene de las profundidades de la tierra.

Los días en las Eólicas han sido un paréntesis apasionante en nuestra ruta desde el Jónico hasta Valencia, pero ya toca continuar la singladura hacia el Oeste y dejamos las Eólicas arrumbando hacia la costa norte de Sicilia en donde esperan lugares de enorme interés como el precioso Cefalú, desde donde arrumbamos al sorprendente Palermo la capital de Silicia, para por último, pasar por la isla de Levanzo, hacer una breve escala en la pequeña islita de Favignana, para desde allí, arrumbar al Sur de Cerdeña, aunque esto ya es motivo para otros relatos.

 

 

 

 

 

 

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