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Estrellas en el Jónico

 

Llevamos ya varios días navegando desde Lefkada con destino Valencia. El catamarán rasga suavemente la superficie del Jónico remansado como si fuera una monótona e inacabable balsa de aceite. Por la noche el mar sigue como un plato y nos tumbamos todos en cubierta para contemplar el firmamento.

Desde la marina de Lefkada el canal conduce al Norte hacia el puente levadizo que da acceso por carretera a la isla desde la Grecia continental. Pero elegimos la ruta contraria hacia el sur a través del largo y estrecho estuario que separa la isla del

continente. Tras una hora de navegación pegados a la costa, decidimos adentrarnos en "Bahía Tranquila", cuya entrada frente al pueblo de Nidri ofrece unas vistas espectaculares tapizadas por pinares, cipreses, olivos y bosques mediterráneos.

 

La salida de Marina Lefkas hacia el sur por el estrecho canal. En paralelo con este Oceanis 40.

Tras el estrecho paso se abre un inmenso puerto natural muy protegido y tranquilo incluso con fuertes vientos. Es utilizado como sitio de hibernaje para pasar el invierno a flote. El ancla se puede tirar a unos 8 o 10 metros de fondo, pero como navegamos en catamarán, aprovechamos para acercarnos con cautela hasta el mismo extremo sur, en donde la sonda nos indica menos de un metro de profundidad bajo la quilla.

Al salir y regresar al rumbo sur pasamos junto a la costa de Skorpios, la isla que fue adquirida por Onasis, con caprichosos entrantes y numerosas calas, pero que dejamos para recorrer en detalle en otra ocasión. Y es que esta parte del Jónico tiene tantas islas e islotes con diferentes canales y pasos, que es difícil decidir por donde elegir la singladura.

 

 

Tranquil Bay es perfecto para pasar varios días o incluso quedarnos todo un invierno, como hacen muchos armadores entre temporadas de charter.

 

 

Noche en Sivota

Al  Suroeste de Lefkada nos topamos con la cala de Sivota en donde acertadamente decidimos fondear y pasar esta noche de Agosto. El sitio es ideal para pasar uno o varios días, rodeados por un entorno precioso de bosque bajo mediterráneo y con el pueblo de Sivota como telón de fondo. Hay bastantes cafés y tabernas a un par de minutos de dingui, en donde poder pasar ratos inolvidables y disfrutar de una agradable animación nocturna. En Sivota también se puede amarrar en muelle a la griega soltando ancla y reculando hasta llegar al pantalán, aunque preferimos fondear en unos 6 metros de fondo sobre fondo de barro con un buen agarre.

Syvota (o Sivota) es un lugar extraordinario. La cala o mequeña bahía está bien protegida y aunque en veranos hay barcos se puede encontrar un hueco. En la costa hay muchas tabernas con sus mesas puestas casi encima del agua en donde poder pasar una agradable cena o simplemente pasar el rato con un café.

 

 

La costa este de Itaka

A pesar de tener cierta prisa por comenzar la navegación hacia España atravesando Mesina y las Eólicas, decidimos al menos recorrer algunos rincones de Itaca y el este de Zefalonia, antes de adentrarnos rumbo Oeste por el Mar Jónico camino al sur de Italia. No es posible recorrer todas sus calas y ni siquiera entramos en la bahía de Vathi, la capital de Itaka que dejamos para otro viaje. A penas sopla viento y recorremos a motor la costa en ocasiones escarpada en donde vislumbramos pequeñas iglesias ortodoxas colgadas de las peñas más inverosímiles. Comentamos entre nosotros que el paisaje hacia el mar visto desde tierra debe ser tan diferente como interesante y también espectacular.

 

S

Por aquí y por allá encontramos villas, ermitas y pequeñas construcciones escondidas entre la vegetación o colgadas de algún acantilado en medio de un entorno espectacular. Existen infinidad de sitios en los que poder echar el ancla y pasar un rato o varios días.

 

Estas costas del Jónico ofrecen innumerables rincones y pasos de impresionante belleza, como el que descubrimos frente al islote de Ligia ya casi al sur de la costa este de Itaka. Poco fondo lo cual no nos impresiona pues sabemos que nuestro cata cala a penas poco más de un metro. En el canal se han fondeado varios barcos posiblemente de chárter, que pasan varios días de vacaciones. Es tal la belleza del entorno que estamos a punto de decidir detenernos para pasar una jornada en este idílico lugar. Aguas transparentes de colores cian y ultramarinos sobre un fondo de verdes boscosos y con una playa de arena blanca.

 

Al lado de los paneles solares es un sitio perfecto para tumbarse sobre una colchoneta y deleitarse por la noche a contemplar el firmamento plagado de estrellas.

 

Pero como aún es media mañana, decidimos avanzar por la costa y cruzar a Zefalonia cuyos entrantes ofrecen rincones secretos a descubrir en otros futuros viajes. Pasado Poros viramos un poco más adelante rumbo Oeste y al caer el sol nos acercamos a los acantilados de Viachata y Lourdata en donde a pesar de estar bastantes desprotegidos dejamos caer el ancla en 5 metros de fondo pues la meteo es totalmente benigna y apacible. Como en toda la zona, las aguas son tan transparentes como el cristal y el color, en esta ocasión los tonos esmeraldas contrasta con armonía frente a los tonos ocres de las agrestes quebradas.

 

Los acantilados al sur de Cefalonia desde donde finalmente saltamos hacia Italia atravesando el Jónico. El color de las aguas es sencillamente precioso. Pocos barcos y un fondo perfecto para tirar el ancla a 5 o 6 metros de profundidad evitando las rocas para no enrocar por la noche.

 

A la mañana siguiente decidimos no demorar más la partida hacia la Calabria y dejamos el resto de Zefalonia para otras ocasiones. Me cuesta no adentrarnos en la profunda bahía de Livadi y recorrer las costa de Argostoliou que como otros tantos lugares quedan relegados para próximos viajes por el sorprendente Jónico.

 

Cerca de Argostolius, aunque no pudimos recorrer esta zona que dejamos para otra ocasión, se encuentran rincones de gran belleza. El Jónico da por si mismo para todo un largo verano de navegación y deleite.

 

 

 

 

Una noche única

En mitad de Agosto, la tierra cruza las perseidas cargadas de estrellas fugaces, haciendo de las noches de navegación un espectáculo tan admirable como majestuoso. En estas noches estivales es fácil deleitarse con decenas de estrellas fugaces que destacan en mitad del firmamento plagado de estrellas. Flotamos en mitad de una noche tan negra como cerrada. Viento cero. La Luna aún no se ha levantado mientras el catamarán avanza en modo “track” guiado por el piloto automático. El motor ronroneaba a pocas revoluciones sonando como un mantra casi hipnótico. 

No existe ninguna contaminación lumínica. El firmamento está lleno de estrellas. Descanso tumbado sobre la colchoneta de la extensa cubierta de proa, mirando el firmamento con una visión panorámica, solo interrumpida por los dos enrolladores de Génova y Genaker y un par de obenques que casi pasan desapercibidos. Allá donde miro, tendido boca arriba y con la mirada relajada al cielo, solo se ven estrellas. La temperatura nocturna es perfecta… Y en estos momentos de “magia nocturna” brotan preguntas transcendentes que se agolpan atropelladamente en la mente buscando respuestas imposibles.

 

 

Júpiter destaca sobre los millones de puntos luminosos, elevándose con pereza en mitad de esta tupida vía láctea.  Millones de puntos luminosos que forman un velo resplandeciente. Es nuestra propia galaxia que se deja percibir como una mancha luminosa formada por la enorme aglomeración de soles. Unos mucho más potentes que el nuestro, otros envejecidos en enanas blancas y otros de menor brillo e importancia que solo puedo percibir por el rabillo del ojo al mover la vista a las constelaciones vecinas.   

 

 

¡Cien mil millones de estrellas!  me repito a mí mismo, sin que la cifra llegue a calar en el profundo significado de tan descomunal valor. Algunos astrónomos dicen que podría ser aún cuatro veces mayor… Y entonces me asaltan las abrumadoras palabras de Papini el escritor italiano.

 

¡La noche, las estrellas! Humillación de mi pequeñez…

El cielo es el telón siniestro donde leo todas las noches la sentencia de mi nulidad irremediable…

Pero a diferencia del poeta florentino, siento que todo irradia luminosidad, energía, conocimiento y magnificencia. Me distraigo a elucubrar tendido en la cubierta de proa, para intentar abarcar la descomunal magnitud de la vía láctea. Cada cinco a diez minutos una estrella fugaz cruza algún rincón del firmamento y hacemos una apuesta a ver quien ve más.

 

Como granos de arena en la playa

Si cada estrella fuera un fino granito de arena… y nuestro sol fuera uno más… Diez granitos como los de las playas de arena más fina, todos seguidos en fila india, medirán más o menos 1 milímetro y por tanto en un cubito de un milímetro contendrían ya mil soles! Mil estrellas en cada milímetro cúbico, cada uno de ellos con sus inimaginables planetas en los que quizás existan otras formas de vida inimaginable y sorprendente. Entonces me acordé de la ecuación de Drake que cifra en millones las posibles civilizaciones inteligentes en el universo.

Siguiendo esta misma lógica, un cubito de solo un centímetro de lado, -más o menos el volumen de un dedal- contendría un millón de soles... (Un centímetro cúbico contiene mil milímetros cúbicos) y entonces pensé que la bestia numérica podría ser doblegada, pues por el mismo camino, en un solo litro, podríamos doblegar a mil millones de estrellas.

Así llegué a mi primera conclusión nocturna. Toda mi galaxia con todos sus soles en solo 5 garrafas de 20 litros…  La cifra no es tan salvaje al fin y al cabo…  Continuaba revisando mentalmente los cálculos, cuando apareció otra estrella fugaz fuera de lo común. Más larga, mas brillante y más hermosa, que me sugirió que Papini exageraba, aunque tampoco me hiciera ilusiones de intentar abarcar las cifras que describen las grandes magnitudes del universo.

 

 

Me incorporé para coger otro cojín y acomodarme en una nueva postura, aprovechando para arrancar el motor de estribor que relevaba al del babor hasta la mitad de la madrugada. Eché un vistazo al horizonte, por si aparecía alguna luz de proa en mitad de este retirado Jónico, tan solitario como el Atlántico Sur. De un vistazo en la pantalla del AIS observo que tenemos un par de mercantes a muchas decenas de millas. Todo tranquilo. Vuelvo a la cubierta de proa y continué elucubrando sobre las portentosas magnitudes del universo.

 

De la Galaxia al Universo

Con mis cien litros de soles y toda la galaxia casi en el bolsillo, me había quedado tranquilo al creer comprender la magnitud de nuestra galaxia… Me distraje buscando la estrella polar y recordando que su altura sobre el horizonte marca siempre la latitud por la que navegamos en cualquier momento. Y entonces pensé en la distancia que debía separar cada granito de arena del siguiente si lleváramos todo al mismo factor de escala…

Y tras repensar sesudamente en el asunto, concluí que la distancia media entre cada granito de arena, sería del orden de unos 30 kilómetros*. Lo cual me llevó a deducir que sería necesario una esfera tan grande como nuestro planeta para distribuir mi pequeño montón de soles en una vía láctea a escala "esférica"...  Una cosa es la cantidad de estrellas de la vía láctea, y otra bien distinta el volumen que ocuparían en mi diminuta galaxia de granitos de arena.

 

 

(*) El diámetro de un sol ‘medio’ es del orden de un millón de kilómetros. Hasta las 100 micras del granito de arena, distan 12 órdenes de magnitud, y como la distancia media entre dos estrellas del firmamento es de unos 30 millones de millones de kilómetros, en nuestro factor de escala, dos soles representados por dos minúsculos granitos de arena de playa, distarían del orden de unos 30 kilómetros de distancia entre sí!, En esta escala, nuestra vía láctea de los 100 litros de arena, ocuparía más o menos el volumen de nuestro planeta, la Tierra.)

 

 

Una galaxia por cada granito de arena

Después de todo, y a pesar de mi esfuerzo nocturno, los órdenes de magnitud me volvían a desbordar. Dicen que hay, al menos cien mil millones de Galaxias o lo que es lo mismo, una Galaxia entera por cada granito de arena de mis cinco garrafas.  Algo inasimilable...

Y eso sin tener en cuenta que el número de galaxias en el universo podría ser 20 veces mayor, según algunos astrofísicos…  La cosa podría ponerse aún más complicada si tenemos en cuenta que el universo en realidad puede ser unas 30 veces más grande de lo que llegamos a poder ver como universo observable. La expansión del universo se acelera desde el famoso Big-bang y por ello no es posible ver regiones del universo que están más lejos, que el tiempo que tardan los fotones de las regiones más lejanas en alcanzarnos.

Y así a estas alturas de la madrugada, simplemente me quedé desconcertado y concluí que el tamaño del universo simplemente se nos escapa… y que ya era hora de llamar al cambio de guardia, echarme a dormir y olvidarme de todo ello. Siempre tendríamos otra noche resplandeciente esperándonos en la próxima navegación nocturna.

 

 

 

Unas 30 horas más tarde llegábamos, sobre la media mañana, al Estrecho de Mesina, tan concurrido como inquietante por sus fuertes corrientes que atraviesan el angosto canal en su extremo norte. Más adelante nos esperan las Islas Eólicas que alcanzamos en mitad de una noche cerrada y en donde fondeamos al pie del volcán activo Stromboli, que nos saludó con sus brillantes bocanadas de lava anaranjada… Pero de todo ello hablaremos en otra ocasión.

 

 

 

 

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