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Milos a fondo

 

 

Sí, ya lo sabemos... Santorini y Mikonos son las joyas de las Cícladas, o al menos las más famosas, pero Milos es una de mis favoritas, con unos rincones para fondear sencillamente alucinantes y una bahía principal en la que protegerse tanto de la meteo como del paso del tiempo.....

 

Su atractiva morfología y en concreto su enorme bahía en el centro de la isla, procede de una mega explosión volcánica en tiempos pretéritos. Como todas las islas Cícladas, su paisaje

semidesértico tiene un extrañó encanto en el que contrastan sus aguas turquesas a rabiar y sus pueblos más blancos que los del sur de nuestra querida Andalucía.

 

 

 

 

Si a esto le sumamos una excelente gastronomía, sus buenas gentes, unas playas superlativas, aguas cristalinas, una temperatura extraordinaria, unos rincones y calas flipantes, y nos olvidamos del follón y griterío de las islas Cícladas más famosas, llegamos a una clara conclusión; MMM… ¡Milos Mola Mucho!

 

 

 

 

Llegar a Milos

Fácil. Poner Waypoint en el piloto automático a 36º46’N  24º22E, para entrar a bocajarro en la bahía de Milou (si como el perrito de Tintin), aunque si salimos alquilados desde Lavrio (muy buena opción), lo suyo es ir saltando por Kea, Kitnos, Seriphos y Sifnos.

 

 

 

 

Desde el Pireo merece la pena bajar por el mar sarónico hasta Poros que es una auténtica delicia, en dónde permanecer por lo menos una semanita, y desde esta esquina del Peloponeso pasar por Hidra (espectacular) y arrumbar directos a nuestro destino Milos. Directos, pero con cuidado, porque la entrada está protegida por una pequeñita isla –Andimilos- que a pesar de su pequeño tamaño, levanta casi 700 metros de altura. Para otro viaje dejamos por navegar los pasos que separan Milos de su vecina Kimolos y la inhabitada Polyaigos a solo media milla de distancia y que prometen mucho.

 

 

Historia sin aburrir

En la edad de bronce fue el centro de la civilización preminoica como atestiguan esculturas y otros restos arqueológicos. La famosa escultura de la Venus de Milos pertenece al período helénico, y su historia es tan ajetreada como el devenir de la isla. Durante las famosas guerras del Peloponeso dependió del gobierno de Sparta enfrentado con los Atenienses, para más tarde pasar a ser parte del imperio turco. En esa época la isla se convirtió en refugio de piratas en dónde trapicheaba con sus botines. Ya en la primera guerra mundial, pasó a ser controlada por el imperio británico y la bahía de Milou protegía una parte importante de su flota del Mediterráneo.

 

 

 

 

Navegar en Milos

Todo fácil salvo con fuerte Meltemi, pues la entrada a su bahía se hace confusa por la mar que se origina en la zona. En estos casos, lo suyo es consultar un buen derrotero como los de las Imray y hacer caso a sus muchos consejos.

 

Una vez dentro de Milou, el mar se pacifica y encontraremos varias millas cuadradas para fondear y esperar el paso de los vientos. Si no sopla mucho encontramos muchos rincones y calas en los que pasar el día y pernoctar, especialmente en las protegidas costas del sur de Polyaigos al Noreste de Milos en dónde descubrimos sitios a los que solo se puede llegar en nuestro propio barco.  

 

Playas para aburrir algunas espectaculares pero siempre con el denominador común; mares cristalinos y azul… AZUL, cian, turquesa, cielo, ultramarino, y mediterráneo a rabiar.

 

 

 

 

Kleftiko es uno de sus rincones más emblemáticos, formado por farallones, arcos y cuevas de caliza blancas, que sirvieron de escondite y refugio de piratas allá por el siglo 17. La verdad es que no tenían mal gusto esos bucaneros turcos. Bucear y nadar en sus aguas es una verdadera delicia especialmente a partir de Septiembre cuando el lugar, únicamente accesible desde el mar, ni siquiera es visitado por los barcos locales de turistas de excursión diaria. Una pasada, la verdad. Un poco más adelante podemos navegar a la cueva de Sykia a la que no se puede llegar desde tierra, cuyo techo colapsó para crear una gran anfiteatro creando espectaculares juegos de luces.

 

 

 

 

 

 

La playa de Sarakiniko es otro lugar tan sorprendente como especial, formado por blancas y onduladas rocas volcánicas, que poco a poco desaparecen bajo sus aguas azules. Un verdadero espectáculo geológico y natural que no deberíamos dejar de ver. Su nombre delata su procedencia sarracena y es que las calas del lugar, hacen meandros perfectos para esconderse y desde donde sorprender a los incautos barcos mercantes que navegaban por sus aguas.

 

 

 

 

Otra playa espectacular es la Gerakas de aguas aún más cristalinas- si cabe- y colores que invitan necesariamente al baño y a pasar un par de días si la meteo lo permite. En la playa encontramos otra cueva en la que hay una surgencia de agua caliente debido a la aún persistente actividad volcánica de la zona.

 

 

 

 

Costas e interior de Milos

En sus 126 kilómetros de costa, vamos a descubrir muchos lugares que enamoran, como por ejemplo Klima, un precioso pueblo costero –antiguamente de pescadores-, de ventanas y puertas muy coloridas justo encima del mar, en donde los hombres de mar guardan sus pequeñas barcas de pesca. Muchas de sus casas están excavadas en la roca. Un placer esperar al atardecer, para disfrutar una de las puestas de sol más envidiables.

 

 

 

 

Otro pueblecito que no tiene desperdicio es Manrakia con sus pequeña calita en la que desembarcar en neumática rodeados por las casetas de pescadores entre las cuales siempre aparecerá una típica taberna con la mesas al mismísimo borde del mar en la que deleitarse con todos los platos típicos de la cocina griega.

 

 

 

 

 

 

Y lo mismo puedo decir de Firopotamos, en dónde ya me veía viviendo en una de sus pequeñas casitas, olvidado para siempre de ajetreo de la vida moderna y la superficialidad de la vida social. Firopótamos con su iglesita colgada sobre la mar y sus pequeñas casitas alrededor de una minúscula playita. Uno de esos lugares en los que perderse para siempre...

 

 

 

 

 

 

Fondeados en Milou, es buena idea alquilar un ciclomotor, en cualquiera de los alquileres locales en las cercanía de Adamas, que por unos 20 euros diarios nos permiten explorar el interior de la isla y subir por la noche – de hecho fueron bastantes noches- a Plaka, la capital de Milos, situado arriba en la montaña, desde donde además de las vistas disfrutamos sus pintorescas calles y casas encaladas, en donde nos esperan buenas tabernas y restaurantes que nos deleitarán con sus suculenta cocina local,  cena tras cena.

 

 

 

 

 

 

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