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Homo Delphinus

 

 

En 1.983 el apneísta y aventurero francés Jacques Mayol, batía el record de profundidad de buceo a pulmón alcanzando la cota de los 105 metros de profundidad con una sola bocanada de aire.

 

Tenía 54 años de edad y su hazaña en la isla de Elba inspiró al cineasta Luc Besson para su película “El gran azul”.

Su hazaña rebasaba todos los muros fisiológiocos y científicos establecidos hasta el momento, comprobándose que en sus inmersiones el latido de su corazón bajaba de las 30 pulsaciones por minuto. Pero como él mismo cuenta en su libro "Homo Delphinus" el mérito es para "Clown" un delfín de nariz

de botella, que él cuidaba en el SeaQuarium de Miami. Clown la enseño a retener la respiración sin realizar hiperventilaciones previas, a integrarse y amar el mar, a dejarse fluir con sutiles movimientos, a nadar con el mínimo esfuerzo y máxima eficacia, y a olvidar su ego y personalidad humana. A sentirse UNO con el medio marino.

 

 

A sus 7 años descubrió los delfines mientras viajaba en un barco de vapor de regreso a Francia. Nació en Shanghai en 1927 y se pasaba el día nadando con su hermano junto con las pescadoras locales de ostras asiáticas que descendían a 30 metros de profundidad decenas de veces cada día. También estuvo en contacto con los buscadores de esponjas, que en Asia contaban las leyendas de algunos hombres de mar que descendía hasta los ochenta metros.

 

 

 

 

En 1966 logra descender, siempre a pulmón, hasta los 60 metros de profundidad y un par de años más tarde, a los 70 metros, lo cual le cuesta un susto de muerte al perder el sentido en los últimos metros del ascenso. Cuando los pulmones se vuelven a expandir cerca de la superficie, desciende bruscamente la presión parcial de O2 en la sangre lo cual puede provocar una situación de "‘Black-Out" (o desmayo) que puede conducir al ahogamiento. Por eso empezó a practicar el Yoga y la meditación, disciplinas que practicó en profundidad en diferentes Ashram de la India, y que le permitieron dominar la mente y el cuerpo para convertirse en un auténtico "Dolphin Man" -Título de un fabuloso documental sobre su vida que sin duda debemos conocer-.

 

 

 

 

Durante la aventura de su vida, paso de chófer de actrices famosas en Estados Unidos, a buscador de tesoros o pescador de langostas. Descubrió el mundo de la espiritualidad zen en los templos budistas y convirtió su existencia en un continuo descubrimiento de sí mismo.

 

 

 

El buceo en Apnea

 

Es una actividad apasionante que te permite conectar con el entorno marino y disfrutar de una indescriptible sensación de libertad e inmensa y solitaria paz. Cada inmersión es una posibilidad para vivir el momento presente, el único que existe de verdad y en cada momento. Desde la famosa marca de Mayol, que supuso un antes y un después, como también lo fueron las hazañas de Edmund Hillary en su coronación del Himalaya, o Scott y Amundsen en la Antártida, otros han mejorado estos records. Actualmente se ha llegado a la marca de 146 metros de profundidad por Stravros Kastrinakis en la modalidad de peso variable.

 

 

 

 

El límite a la fisiología humana se expande año tras año y en Apnea estática, Stephane Mifsud alcanzó en 2.009 el tiempo de los 11 minutos y 35 segundos bajo el agua sin respirar. Giorgos Panagiotakis logró en 2.016, bucear aguantando la respiración y con aletas, la marca de 300 metros de longitud a una misma cota de profundidad.

 

 

 

Transformación interior

 

En los Ashram de la India, Mayol aprendió durante sus largos retiros espirituales, diversas prácticas yóguicas para controlar la mente, y la práctica de los asanas o el pranayama para controlar la respiración. Alcanzó la revelación submarina y como él mismo contaba, la "iluminación" fue instantánea, en el lapso de una mirada, que le hizo entrever todo un mensaje. Una mirada que como un rayo le penetró el alma para despertar de nuevo a lo más hondo de su ser, a una verdadera resonancia cósmica.

 

 

 

 

 

Sensibilidad y empatía

 

La falta de sensibilidad del ser humano conduce a la terrible crisis ecológica mundial que está destruyendo la bioesfera. La incapacidad de percepción conduce a actos devastadores contra la naturaleza y contra la vida en el mar… sin remordimiento alguno. La transgresión proviene de la incapacidad para emocionarse o de tejer una relación con otros seres vivos de otras especies, de la falta de interés o inquietud con lo que nos rodea.

 

Pierre, el hermano de Jacque Mayol, nos cuenta con emoción como en su juventud, el apneísta era un gran aficionado a la caza submarina, hasta que un día vivió una conmovedora experiencia, al arponear a un pobre mero que logró refugiarse en una pequeña cavidad rocosa, en la que Jacques metió el brazo forcejeando con el animal, uno luchando por su trofeo, el otro por su propia vida. En esta lucha desigual la mano del pescador tocó el cuerpo del mero y sintió de golpe, el desbocado latido de su corazón desesperado. Jacques comprendió bruscamente el horror, el sufrimiento gratuito y el dolor de ese ser inocente que luchaba por su vida. La experiencia fue tan intensa y reveladora, que Jacques abandonó inmediatamente y para siempre este primitivo deporte submarino.

 

 

 

 

La sensibilidad está en la clave de nuestra supervivencia como especie. Recuerdo cómo hace unos años (en 2017) buceando en el Mar de Flores en Indonesia, encontramos una nasa de pesca de más de un metro de longitud, reposando en mitad de un fondo de arena a -12 metros, en cuyo interior descubrimos una auténtica escena de horror. Dos enormes morenas muertas, varios peces cirujanos muertos, un bello pez ángel luchando en una larga agonía, otros peces mariposas atrapados sin saber salir y lo que más me impresionó fue ver como un bello mero marrón de motas azules metalizadas de cerca de medio metro, se debatía con una enorme energía para intentar escapar de la muerte, golpeando con insistencia y con una fuerza descomunal la malla metálica de la nasa, en la que se iba encajando y quedando aprisionado. Deseaba con todo mi alma liberar a estas bellas criaturas, pero tal acto hubiera sido considerado una declaración de guerra contra los pescadores locales. Y a pesar de no hacer nada para salvar a estas criaturas, a los pocos minutos de inmersión, sufrimos un "fish bombing" aterrador que nos hizo retumbar la caja torácica con un enorme susto y angustia. Naturalmente abortamos la inmersión, pero en superficie no descubrimos a nadie al que denunciar.

 

 

 

Los mares se mueren

 

Esta es la realidad y la presión insoportable a la que están siendo sometido todos los mares del planeta. En otros rincones del mundo, son los arrastreros los que masacran las aguas o las redes de deriva las que esquilman los ecosistemas marinos sin remordimiento alguno. Recuerdo con tristeza y casi con vergüenza ajena, como en una reunión en Madrid del "Cluster Marítimo Español" se hablaba de la pesca y los "Stocks" tratados como de una mera mercancía. Al mismo nivel de quien cuenta sacos de arena en una gravera…

 

 

 

Son muchas las dolorosas experiencias de las que he sido testigo en primera persona, como por ejemplo la de navegar en mitad del parque marino de "Black Rock", y vernos rodeados por 15 ó 20 pesqueros arrastreros faenando (o con más precisión esquilmando) los bancos de Birmania. Fue Cousteau quien habló de ellos como uno de los sitios más bellos del planeta para bucear. Ahora, la entonces impresionante fauna marina ha quedado relegada a la mayor y más impresionante y variada colección de corales blandos multicolores del planeta (que no es poco). Pero lo cierto es que en 8 días de buceo, no pudimos descubrir ni un gran pelágico y sólo vimos un pequeño tiburón escondido  entre las rocas de un arrecife a 15 metros de profundidad. Un sólo pequeño tiburón agazapado después de 30 inmersiones…  Son muchos los ejemplos vividos, como por ejemplo las explosiones submarinas continuadas en los arrecifes de Tubbataha en el mar de Sulu (Reserva de la Unesco), o los mares arrasados de muchas costas de Filipinas. Grandes bolsas de plástico enganchadas y destrozando corales en Sulawesi y otros paraísos del planeta.

 

 

 

 

Aún estamos a tiempo, pero la pérdida de biodiversidad  es tan terrible como la perdida de vida marina. Y es que hoy por hoy se caza y se extrae del mar, más del doble de lo que la vida subacuática es capaz de reproducirse. Es sencillamente insostenible, deprimente y entristecedor.

 

Aún estamos a tiempo de revertir la barbarie, pero para ello tenemos que cambiar y aprender a sensibilizarnos por la criaturas marinas (no sólo los delfines y las ballenas), amar la existencia de todas las formas de vida y respetar lo que aún podemos descubrir con maravilla dentro de los Mares. Un mundo sorprendente de vida y de belleza.

 

 

 

 

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