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2.019

 
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La mejor ancla de capa

 

 

Las anclas de capa han evolucionado hasta convertirse en un elemento de seguridad importante en caso de fuerte temporal en alta mar.

 

Capear puede ser importante si tenemos una costa a sotavento o porque estemos agotados y decididos a detener el barco en espera de mejor meteo.

Ya las utilizaban los polinesios hace mil años, arrastrando piedras atadas a cabos tejidos con fibras de coco, en el ánimo de frenar sus bankas cuando les sorprendía un ciclón. Ahora los últimos modelos

en el mercado están formados por un verdadero paracaídas de nylon que ofrece una resistencia brutal al arrastre cuando quedan desplegadas en el agua por barlovento.

Hay navegantes que prefieren reducir el trapo a la mínima expresión y correr el temporal, pero si la decisión es capear y detener el barco para que este se enfrente a las olas y esperar a que pase lo peor, una buena ancla de capa nos puede permitir mantener el barco estabilizado por la proa y en mitad de un maretón imposible de domar… Al menos en teoría…

Es importante aclarar que una cosa es detener el barco y capear y otra totalmente diferente es arrastrar para frenar la carrera del barco cuando estemos corriendo el temporal a demasiada y peligrosa velocidad. El ancla se despliega por la proa para que el barco quede sujeto a sotavento de esta, mientras que los frenos se despliegan por la popa con el ánimo de frenar pero no detener el barco en una loca y descontrolada empopada. Para ello a veces se arrastran amarras o un ancla metálica atada a una estacha o a una amarra, con la idea de frenar el barco y estabilizarlo frente a cambios de rumbo.

Lanzar un ancla de capa por la popa sería por tanto un auténtico desastre pues detendríamos el barco dando la popa a toda la violencia de la mar.

Con una buena ancla de capa lograremos dejar el barco casi totalmente detenido con una deriva mínima pero que a veces puede aumentar dependiendo del equipo utilizado a 1 ó 2 nudos, lo cual aunque parezca poco, puede ser extremadamente peligroso si la costa está a 20 millas, pues en menos de un día estaríamos en las rocas. 

La longitud y tipo de cabo que une nuestro barco con el ancla deben ser de unos 100 ó 200 metros dependiendo del modelo de ancla utilizado, y con un material flexible como por ejemplo el nylon, para lograr movimientos suaves y sin latigazos. ¿Qué sección? Pues parecida a la que utilicemos en las amarras, por ejemplo para un 12 metros una idea sería utilizar nylon de 22mm de triple trenzado. Por ejemplo para un ancla de 24’’ la longitud elegida debería ser de unos 180 metros.

En el extremo del cabo una argolla divide la tensión a múltiples hilos que sujetan el paracaídas normalmente confeccionado en tejido de nylon. Si la tensión se hace absolutamente intolerable los buenos paracaídas están diseñados para que un paño se rasgue aumentando el abatimiento pero conservando casi todas las características de frenado.

 

 

Desplegar el paracaídas

Un mal uso del ancla de capa puede acarrear un desastre, pues cuando estemos lanzándolo, las condiciones del viento serán extremas con un maretón terrible. Una vez lanzado a la mar no hay segunda oportunidades y si nos equivocamos al lanzarlo dejando el cabo por fuera de candelero o permitimos que el cabo se líe, es posible que tengamos que cortar y despedirnos del ancla de capa, perdido para siempre en la mar.

La longitud de cabo debería idealmente ser equivalente a la longitud de onda de las olas, lo cual no es fácil de calcular, y por ello se recomienda lanzar al menos unos cien metros por la proa. La idea consiste en que el paracaídas que se quede justo por debajo de la superficie del agua, y "‘cabalgue" el temporal al unísono en dos frentes de ola adyacentes, para que el movimiento orbital sea el mismo y así barco y paracaídas se muevan al unísono.

Pero todo esto es en teoría, pues aunque los manuales de las anclas se indica que la longitud debe ser de 2 ó 3 longitudes de onda de las olas, a ver quién es capaz de calculas esta medida, en un mar confuso que rompe contra las amuras desde diferentes ángulos y con ráfagas de agua y espuma lanzadas con fuerza huracanada en nuestra cara.

Una vez desplegado el paracaídas, este se convertirá en nuestra boya de alta mar a la que permanecer amarrados en espera de mejoría de la mar, y aunque el barco se aproe a la mar y tenga que enfrentar todas las olas, si cerramos a cal y canto tambuchos y otros orificios, podremos aguatar y hasta relajarnos en espera de que aflojen las condiciones.  

 

El tamaño sí importa

Este dependerá del desplazamiento y eslora de nuestro barco y del tipo de embarcación que naveguemos. Los veleros de quilla corrida deben escoger un paracaídas capaz de superar las fuerzas laterales que puede ofrecer la quilla. Un cata con mucha obra muerta Cuanto más grande sea la superestructura, y por tanto la resistencia al viento de la obra muerta peor, y por ello debemos elegir una talla mayor a igualdad de desplazamiento.

Y aunque no hay ecuación que determine la talla a escoger, la experiencia de navegantes y fabricantes ha determinado que podamos guiarnos por la siguiente tabla empírica;

 

Si necesita un acla de capa de calidad USA, como el que representamos en la siguiente foto, puede llamarnos a Fondear para pedir el modelo más adecuado a su barco, dependiendo de la eslora y desplazamiento.   Telf: 916 319 190

 

Tampoco es buena opción elegir una demasiado grande, pues cuando vayamos a desplegar la bolsa con todos los accesorios, las condiciones serán probablemente complicadas en mitad de una tempestad y entre cabeceos violentos y guiñadas insoportables.

Recuerdo haber fondeado al sur de Ibiza pasando un temporal, protegido del viento norte por las paredes de Cabo Roig mientras el barco escoraba fácilmente en un ángulo de +/- 45º durante toda la noche. No quiero imaginar lo que tiene que ser estar "amarrado" a un paracaídas desplegado por proa, en mitad de un océano cargado con olas de 10 ó 12 metros de altura…. He oído relatos de personas que han desplegado anclas en maretones salvajes con olas rompientes y en estas condiciones los movimientos del barco son extremadamente violentos.

Recuperar el ancla flotante puede convertirse en una tarea imposible para la que habrá que esperar que amaine y aún así utilizar el molinete del ancla parar ir recuperando metro a metro la línea desplegada. Muchos relatos cuentan como la opción de abandonar todo el despliegue suele ser la opción elegida.

En teoría lo suyo es tener largada una línea de recuperación que parta del orinque del ancla de capa, de forma que al tirar de ella se vacie el paracaídas y podamos acercarnos a él recuperando a la vez la amarra principal. Nada fácil en mitad de una mar endemoniada. Si además nos apoyamos con el motor para recuperar distancia a la boya del orinque la tarea puede convertirse en algo muy comprometido, pues o tenernos la seguridad de ir recurando amarra, o podríamos enredar esta en el eje y la hélice, comprometiendo la maniobra y conduciéndonos a una situación aún más peligrosa.

 

Correr temporal

Cuando navegamos arrastrados por el temporal, los frentes de ola pueden, y suelen ser, más rápidos que la velocidad de nuestro barco, lanzándolo a planeadas que volverán loca a la corredera, pero perdemos control en el gobierno al hacerse muy baja la velocidad del agua en la pala del timón, con el riesgo de atravesar el barco a la mar y perder el control del barco.

En esta situación puede ser adecuado lanzar dos frenos por las aletas del barco, sujetos por cabos largos a las cornamusas de popa a babor y a estribor. Existen conos de diferentes tamaños que, aunque son conocidos como anclas de capa, para nada tienen el poder de detener el barco como un paracaídas que ejerce una resistencia brutal y que no debemos nunca utilizar por la popa.

 

 

 

 

 

 

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