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2.012

 
 

     
 

El desatino de Monti y la mala gestión española

 

La esperanza es lo último que se pierde y así deseamos que, con la llegada del buen tiempo y de esta nueva primavera, los aficionados al mar, que son el verdadero motor del sector, comiencen a activar el mercado de la náutica de recreo.

Pero lo cierto es que las cosas siguen pintando mal. Durante 2011 las ventas volvieron a bajar un 14% sobre unas cifras que ya se habían “estrellado” el año anterior.

 

Llueve sobre mojado. Los barcos

vendidos en nuestro país durante este  pasado año son solo de 6.029 unidades... ¡Todo incluido! Y así difícilmente se sostiene ninguna industria náutica. Es cierto que las cosas van mal también en países vecinos como Italia. Su crisis de deuda ha obligado al gobierno de Mario Monti a tomar todo tipo de medidas. Entre ellas, la creación de un brutal impuesto para todo armador poseedor de un barco de más de 10 metros de eslora, por el mero hecho de tenerlo en territorio italiano.

 

Ninguna broma, pues para un gran yate de unos treinta metros la tasa podría subir a ¡75.000 € al año! Así las cosas, todos han espabilado de un plumazo. Las marinas de megayates de países vecinos se han frotado las manos, mientras que los gerentes italianos se las pasaban por la frente para secarse el sudor frió.

 

Pero a diferencia de lo que ocurre en nuestra querida España, en Italia la barbaridades se “pagan” y existe un “lobby” potente que ha hecho entrar en razón al gobierno de Monti. Nunca sabremos los tejemanejes entre altos funcionarios del estado y los ejecutivos y directores del sector náutico. Nunca sabremos las amenazas y avisos que se han cruzado estas últimas semanas en las altas esferas del poder.

 

 

Lo único cierto es que Monti "se la ha tenido que envainar". Y es que la cosa podría haber tenido consecuencias dantescas para la náutica italiana. Algunas migajas nos habrían caído en España de este colosal árbol caído como consecuencia de la desbandada de los armadores italianos hacia costas cercanas especialmente Griegas, Eslovenas, Maltesas y Turcas. El daño en Italia habría sido terrible.

 

Terrible como el que sistemáticamente infringen los diferentes gobiernos de España a nuestro sector náutico en estos últimos años como consecuencia de una muy mal entendida política fiscal de doble imposición que ha enfriado hasta límites insoportables el mercado náutico de nuestro país. La quiebra de empresas náuticas, astilleros, empresas de servicios náuticos, distribuidores, talleres e industria auxiliar es continua. El nefasto dominó de cierres empresariales entristece.

 

Al final nuestros políticos han conseguido hacer lo que pretendía el “visionario” Monti; Matar a la gallina de los huevos de oro. Y para resucitarla es manifiestamente necesario reducir la brutal tasa impositiva que acogota el sector náutico Español.

 

 

Es necesario que los políticos entiendan de una vez, que al eliminar el insoportable e injusto impuesto de matriculación, las ventas arrancarán de nuevo, los transportistas de barcos podrán contratar camioneros, el empresario de transporte comprará un nuevo camión a la industria de la automoción, el distribuidor de barcos necesitará un nuevo vendedor y una nueva secretaria que actualmente cobran el paro de las menguadas arcas del gobierno. La empresa de reformas tendrá trabajo para hacer reparaciones y comprará esmaltes a la fábrica de pinturas al borde del cierre. El taller de la ciudad tendrá trabajo para soldar un nuevo pulpito y otros trabajos en inox y con sus ingresos podrá continuar pagando la hipoteca de su local. Y hasta los bares de las marinas venderán más bocadillos y más cañas de cerveza… Y todo ello revertirá en impuestos al gestor inteligente y valiente que de una vez por todas, equipare la fiscalidad náutica de nuestro país a las del resto de Europa.

 

Por desgracia, demasiados políticos siguen entendiendo que todo lo que “huele” a barcos significa lujo y ostentación. Piensan que detrás de cada armador hay un completo defraudador. Y así las cosas, los posibles aficionados que “aún” tienen algún dinero ahorrado no se muestran muy motivados hacia la compra de nuevos barcos en este clima de incertidumbre y austeridad. El equivocado estereotipo de armador, como potencial defraudador hace posponer decisiones de compra que de otra forma podrían estar en plena gestación.

 

 

El único beneficiado de todo este desaguisado es la industria del chárter, pues la afición al mar y la navegación no es asunto de estado ni de sus gobernantes.

 

En nuestros políticos está la solución de todos los males, pues son ellos quienes lo han originado. Mancha de mora con mora verde se quita... Pero ¿tendrán el valor necesario para afrontar este cambio de fiscalidad? Como ya comencé diciendo… La esperanza es lo último que se pierde.

 

 

 

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